miércoles, 24 de septiembre de 2008

INCONTABLE.

Como cada primer martes de mes, se celebra Juicio Final.

Jubilados ya hace mucho los que tocaban las trompetas, alguno que otro silba eso de PAM PARAPAM PAMPAM PAMPAM PAMPAM PAMPARAPAN, y los demás asentimos con algún gesto o bien alguien de los nuevos aplaude.

La cola, de tan larga, tiene un par de coj... Como todas las colas que se precien, dirá usted, lector; que eso, además de una grosería, es una tautología, que lo verde es verde, y lo borde, borde. Que las colas van acompañadas de… En fin. Es que somos muchos y se me va el santo al cielo. Lógico. Aquí todo es lógico. Paciencia, me digo.

De vez en cuando un ángel arrastra los pies por el suelo de este sitio y saca y reparte hasta la extenuación bocadillos o bolsas de almendras garrapiñadas. Lo normal, en un lugar donde se pretende estar por encima del bien, del mal y del psé o regularcillo. La mayoría de las bolsas, con fecha de caducidad eterna. Un buen detalle, pues se evitan gastroenteritis seguramente también eternas. Vete a saber, no podría ni contarlo. En momentos como éste me acuerdo de un primo mío, Juan Longobardo, que siempre tenía un momento para hablar de su colon irritable. Me pregunto dónde estará ahora… no era mala persona…

El turnomatic avanza un número y un tipo holandés abandona la ventanilla con su veredicto. Sí, puede ser que la cola avance. El problema es que no se puede sumar ni restar nada con infinito. Infinito es eso, indefinido, no se sabe cuánto es. Le sumo o le resto dos, y la cola permanece igual. Añades cuatrocientos que llegan de un geriátrico famoso por sus comidas y el señor infinito sigue en sus trece, lo que no debe entenderse como que infinito y trece sean lo mismo. No trato de confundir a nadie.

Vaya, el que está ahora en el mostrador se queja de que su abogado tiene su expediente completo. No concibo cómo el de los bocadillos y las almendras no trae algún refresco. Seguro que nos quitaría la sed con un único envase de esos que no se acaban nunca.

            Tal vez ese pájaro tan listo, el tal San Pedro, sepa decirme cómo sacar algo en limpio de este asunto. Otro primo mío, Arturo Mejías Longobardo, conoce a uno que fue sacristán y quizá interceda para una entrevista. No me gusta perder el tiempo. Aunque sea infinito. Aunque sea incontable.