Esto no es mío, pero Gabriel me ha sugerido que recopile las poesías populares que recuerde y allá que va una. La nana, sí es de mi cosecha.
Me lo dijeron ayer
las lenguas de doble filo
que te casaste hace un mes
y me quedé tan tranquilo.
Otro cualquiera en mi caso
se hubiera echao a llorar;
yo, cruzándome de brazos
dije que me daba igual.
Nada de pegarme un tiro
ni enredarme a maldiciones,
ni apedrear con suspiros
los vidrios de tus balcones.
¿Que te has casao?, buena suerte,
vive cien años contenta
y a la hora de la muerte
Dios no te lo tenga en cuenta;
que si al pie de los altares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi madre
que no te guardo rencor,
porque sin ser tu marido
ni tu novio ni tu amante,
soy el que más te ha querío;
con eso tengo bastante.
¿Qué tiene el niño Manuela?
anda como trastornao
le encuentro cara de pena
y el colorcillo quebrao
y ya no juega a la trompa
ni tira piedras al río
ni se destroza la ropa
subiéndose a coger nidos;
¿no te parece a ti extraño?
¿no es una cosa muy rara
que un chaval con trece años
tenga tan triste la cara?
Mira que soy perro viejo
y estás demasiao tranquila
¿quieres que te dé un consejo?
vigila mujer, vigila.
Y fueron dos centinelas
los ojitos de mi madre.
Cuando sale de la escuela
se va pa los olivares
¿y qué busca allí?
una niña,
tendrá el mismo tiempo que él,
José Manuel, no le riñas
que está empezando a querer.
Mi padre encendió un pitillo
se enteró bien de tu nombre
te regaló unos zarcillos
y a mi un pantalón de hombre.
Voy a misa con mi prima
bueno, te veré en la ermita,
y qué serios nos pusimos
al darnos agua bendita,
y luego en el campanario
cuando rompimos a hablar,
dice mi tita Rosario
que la cigüeña es sagrá
y el colorín y la fuente,
y las flores, y el rocío,
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río,
todo es sagrao tierra y cielo
porque todo lo hizo Dios
¿qué te gusta más?, tu pelo
que bonito me salió,
y tus ojos y tus labios
y tus manos redonditas
y tus pies marcando el paso
de las palomas zuritas.
Con la blancura de un
copo de nieve te comparé
te revestí de piropos
de la cabeza a los pies
y tú fina y orgullosa
me ofreciste en recompensa
dos cintas color de rosa
que engalanaban tus trenzas,
a la vuelta te hice un ramo
de pitiminí precioso
y luego nos retratamos
en el aguïta del pozo
y hablando de esas mil cosas
que se inventan las criaturas
llegamos hasta tu esquina
cogidos por la cintura
yo te pregunté
¿en qué piensas?, tú dijiste
en darte un beso,
y a mí me dio una verguenza
que me caló hasta los huesos.
Por la noche con la luna
nos vimos en la ventana,
mi hermanillo está llorando
voy a cantarle la nana,
y mientras que tú cantabas
yo inocente me pensé
que la nana nos casaba
como marido y mujer,
pamplinas, figuraciones
que se inventan los chavales
después la vida se impone,
tanto tienes, tanto vales.
Por eso yo al enterarme
que llevas un mes casá
no dije que iba a matarme
sino que me daba igual
más como es rico tu dueño
te mando esta profecía
tu por la noche entre sueños
pensarás que me querías
y recordarás la tarde
que mi boca te besó
y te llamarás cobarde
como te lo llamo yo
y dirás no es cierto nada
yo se que lo estoy soñando
pero por la madrugada
te despertarás llorando
por el que no es tu marido
ni tu novio ni tu amante
sino el que más te ha querío;
con eso tengo bastante.
La poesía tiene su aquél. Otros tiempos ¿verdad?