Cansado de tenerse que poner de acuerdo cada año con los otros dos, y de tener que organizar toda la comitiva de camellos caprichosos, Melchor decidió este año adelantarse unos días en su nuevo Volvo y repartir los regalos él solito. Los niños no lo creían y huían del estupefacto rey. Los adultos ni se acercaban a aquel coche con las lunas tintadas que cambiaba cartas por regalos. Melchor, frustrado, no tuvo mas remedio que regresar a Oriente y repetir lo mismo de siempre.