sábado, 29 de mayo de 2010

LA NIÑA POETA

La niña poeta
y un poco cantora,
ya es mayor de edad:
cumplió ochenta años
¡qué barbaridad!
La niña poeta
y un poco cantora,
se pone a pensar
en todos los años
que ha dejado atrás,
al final de mucho
pensar y pensar
decide optimista
que continuará
llenando cuartillas
más bien o más mal;
y aunque sea viejita
siempre soñará.

SI TE PROPONGO...

Si me propongo enamorar

no lo consigo.

En general.

Repito y digo

que esto se tiene que arreglar

o aquí no sigo,

pues me voy a defenestrar.

Hasta el camarero del bar,

el comedido,

me dice que al verte marchar

pensó, encendido,

que dejé la vida pasar

y que tu olvido

mucho no tardará en llegar.

Y yo, jodido.

Cómo puedo recuperar

tus atenciones,

si te fuiste sin avisar

por Vodafone,

por Cableuropa o Movistar,

dejando en casa sin planchar

mis pantalones.

Anda, Gertrudis, vuélvete,

cambia el billete.

No digo que arrepiéntete,

¡Cuenta hasta siete!

Y mientras yo te pongo un té,

refréscate y desvístete,

que un buen polvete

resuelve bien cualquier sainete.

Ah, ¿que no lo piensas consentir?

¿qué no es mi oferta suficiente?

¿que no me pare: hay que seguir

cada polvo con el siguiente?

Siento tenerte que decir

que ese contrato es mal apaño,

pues lo que pides es pedir

en un día solo lo de un año.

Adiós, Gertrudis, coge el Ave;

ya pondré yo la lavadora.

Y tus costumbres amadoras

algún coloso, en fin, quién sabe

las lleve a cabo a todas horas.

Que yo me vuelvo a mi sofá,

que va empezar mi partidito,

y puede que después, quizá,

un video en tono subidito

me haga pensar en algo más.

Tú te lo pierdes, cariñito.

UN REGALO INESPERADO

Me nace en este preciso instante un lamento hecho canción que acompaña a estas sensaciones que me embargan. Tiene que ver con la vorágine de vivir todo lo que nos llega sin avisar, irrumpiendo en nuestras existencias como un huracán vertiginoso y arrasador.

Pero también nace de mí una sonrisa, más bien una carcajada por alcanzar el privilegio de la felicidad, tocarla con las yemas de los dedos, o más bien, poder agarrarla, acercármela a los labios y saborearla como ahora estoy haciendo con este helado de fresa. Sin pretensiones, sin planteamientos previos, sólo tomando de la mejor manera lo que la vida se ha empeñado en regalarme, cuando creía que esta forma de dicha, en mi día a día, no era ya posible. Por eso se lo agradezco tanto a esta realidad palpitante que me late alrededor.

Nunca me ha dado miedo vivir cuando eso implica el pago de mis emociones, sean del tipo que sean; más bien temo lo contrario: no vivir por miedo a la vida. Por eso miraré a la vida a la cara y seguiré su guiño con otro mío y le sonreiré como se le sonríe al más codiciado de los amantes. Y sólo le pido que, mientras que tenga aliento, nunca deje de acompañarme, en forma de lamento, de canción, de huracán, de guitarra, de beso o de aplauso , o de risa…
...O de cuento…