Vives por el gusto de sentir latir el corazón, existes por el gusto de saber que el suyo de pagará.
Será entonces cuando se dará cuenta, ya demasiado tarde, de que no dejaba que le iluminaran las luces de su vida, que prefirió esconder la cabeza bajo el ala, como cigüeñas que descansan y que con las tuyas marcó un camino a su antojo por envidia, por venganza, por ignorancia hacia el lugar que ella quería. Y caiste como el Príncipe de Egipto y como el Príncipe de Egipto a ti, algo, alguien te sacó de allí.
Entonces, saliste de la oscuridad mientras ella siguió ahí dándose de bruces. Acabarás con su trampa, tal y como acabarás con este texto.
Cuánto te gustaría que dejase de ladrar y que sonriera más pues la sonrisa es para ti la puerta que se abre de un corazón, es la luna en cuarto creciente, es aire que entra por la garganta así como el ladrido es grito ininteligible, es un esfuerzo inútil.
Si supiera que sus silencios ya no te dan miedo, que es entonces cuando tu mente descansa de sus preguntas y vuelve a mostrar ese mundo paralelo donde la pandemia de sus desprecios tienen cura.
Que se guarde las espaldas le aconsejas pues cuando el sol de mediodía no dibuje su contorno en el suelo que se pregunte dónde te has ido. No hallará respuesta. También que se mire al espejo y que lo que verá será su imagen reflejada, no la tuya. Y que se atreva a señalarla tal y como suele hacer. Cuando vea que se apostilla a sí misma será entonces cuando sienta las banderillas ahora clavadas en su corazón.
Bonita e inteligente son las palabras que te definen. Que te diga si encuentra su diccionario, que busque la palabra "vacío" y se encontrará allí mientras cae y tú la miras desde arriba.
Esperas que algún día se canse de cerrar el puño y que, cuando lo abra y en él quiera encontrar tu corazón ahogado, se sorprenda de ver mariposas, miles de ellas que se alejan sin que pueda atraparlas porque están demasiado alto, demasiado alto para ella.
Ahora eres un pirata sin mar, bajel ni tesoro pero cuando pose sus pies fríos y desnudos sobre el quicio de la ventana y se arroje a la nada, entonces tú levantarás el vuelo, te perderás en el horizonte y allá donde llegues serás reina con corona, corcel y castillo.