Había una vez un huevo, que sin querer resbaló de su nido. Rodó y rodó loma abajo llegando hasta una soleada pradera. Una serpiente que lo vio, pensó que era su desayuno ideal, e hizo un esfuerzo tan grande para tragarlo que sus mandíbulas se desencajaron, para risa de una mofeta que contempló la escena. La serpiente huyó avergonzada.
La mofeta oportunista, decidió probar suerte con él, pero astutamente decidió cascarlo primero. Para ello lo golpeó con su larga y esponjosa cola, siendo el resultado que el huevo cayó suavemente al lago próximo donde un nenúfar lo contuvo. La mofeta no quería mojarse y en vano lo intentaba acercar a la orilla con una de sus zarpas.
Los peces, que no acertaban a ver lo que era aquello, empujaron el nenúfar, haciendo que éste se desprendiera del fondo y fue arrastrado por la corriente del río.
En una de las curvas el huevo se detuvo y el calorcito del mediodía acabó de madurar su contenido, de forma que esperando ser querido comenzó a picotear el cascarón desde dentro.
Nadie lo ayudó desde fuera, es más, una rana saltarina lo empujó y nuevamente rodó por la hierba hasta parar en un campo de heno recién segado.
El calor de la tarde hizo que aquel pequeñín rompiera el primer trozo del cascarón y asomó un ojo. Se sintió solo y se durmió. A la mañana siguiente, un ternerito que comenzaba a pastar lo movió, y él, pensando que su mamá estaba cerca rompió otro trocito del cascarón para verla mejor…[continuará]
La mofeta oportunista, decidió probar suerte con él, pero astutamente decidió cascarlo primero. Para ello lo golpeó con su larga y esponjosa cola, siendo el resultado que el huevo cayó suavemente al lago próximo donde un nenúfar lo contuvo. La mofeta no quería mojarse y en vano lo intentaba acercar a la orilla con una de sus zarpas.
Los peces, que no acertaban a ver lo que era aquello, empujaron el nenúfar, haciendo que éste se desprendiera del fondo y fue arrastrado por la corriente del río.
En una de las curvas el huevo se detuvo y el calorcito del mediodía acabó de madurar su contenido, de forma que esperando ser querido comenzó a picotear el cascarón desde dentro.
Nadie lo ayudó desde fuera, es más, una rana saltarina lo empujó y nuevamente rodó por la hierba hasta parar en un campo de heno recién segado.
El calor de la tarde hizo que aquel pequeñín rompiera el primer trozo del cascarón y asomó un ojo. Se sintió solo y se durmió. A la mañana siguiente, un ternerito que comenzaba a pastar lo movió, y él, pensando que su mamá estaba cerca rompió otro trocito del cascarón para verla mejor…[continuará]
4 comentarios:
Una preciosa sorpresa nos has dado, Inma. ¡Qué ragalo tan lindo! Me ha enternacido completamente; me han dado ganas de no parar, de seguir a ese pequeño en su aventura, y sin duda, que cuente ese polluelo con nuestra compañía paralela a su suerte. Gracias y más gracias.
Saber contar un cuento: Quizá el arte más grande, más encantador y lleno de magia. Nadie respira mientras se sueña con las aventuras de ese polluelo. Toda la fuerza se pone en meterse a vivirlas con él.
Y, si para colmo nos deja intrigados...
Nos tienes a todos sentados a tu alrededor, escuchando embobados las peripecias de este pequeño huevo, que con tantas ganas se aferra a la vida y que sin más fuerzas que sus fuerzas comienza a picotear su cascarón, para romperlo, para hacer nacer la más bella criatura. Se siente ese latido del pequeño corazoncillo polluno. Esto va tomando vida, no cabe ninguna duda. ¡Que se prepare el mundo, que amenazamos con endulzarle la vida con hermosas historias!. Bueno, y todo aquello que queramos.Precioso regalo. Un beso.
No has podido describir mejor la dificultad de un nacimiento. Es delicado, tierno y hermoso (como tu cuento), pero arriesgado a la vez. No puedo evitar pensar en la metáfora.
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