En uno de esos intentos fallidos por contenerme, a los que mi cordura me invita cuando me viene este impulso, huí, ansioso de desahogos que limpiaran por unas horas al menos el vacío con el que vivo y las reliquias del pasado.
Salvé con impetuoso afán los kilómetros que nos separan; algunas situaciones no permiten la espera. Y llegué hasta ti.
Contemplándote, aún con distancia, sentí cómo me invadía la emoción de un preludio que estaba por iniciarse.
Me desbordaba el incesante roce de algo ardiendo en uno de los bolsillos de mi pantalón; en ése que siempre es apuntado en los momentos críticos.
Entonces crucé tu puerta, ya estaba dentro de ti. La plenitud. Llegaba hasta mí un conjunto de melodías que desataba mi deseo; distintos aromas que me envolvían, que tú me brindabas y que me marcaban el camino.
Cómo explicar; fueron tantas las tentaciones a las que me sometiste, y no menos el placer…
…Hasta que acabó…y nuevamente me di de bruces con la realidad cuando la chica me indicaba el precio.
Mientras firmaba, a la vez que volvía a meter la tarjeta en el bolsillo, y contemplando el ir y venir de gente, pensé lo costoso que resulta a veces, renovar el armario, oír buena música y oler a hombre cuidado.
Salvé con impetuoso afán los kilómetros que nos separan; algunas situaciones no permiten la espera. Y llegué hasta ti.
Contemplándote, aún con distancia, sentí cómo me invadía la emoción de un preludio que estaba por iniciarse.
Me desbordaba el incesante roce de algo ardiendo en uno de los bolsillos de mi pantalón; en ése que siempre es apuntado en los momentos críticos.
Entonces crucé tu puerta, ya estaba dentro de ti. La plenitud. Llegaba hasta mí un conjunto de melodías que desataba mi deseo; distintos aromas que me envolvían, que tú me brindabas y que me marcaban el camino.
Cómo explicar; fueron tantas las tentaciones a las que me sometiste, y no menos el placer…
…Hasta que acabó…y nuevamente me di de bruces con la realidad cuando la chica me indicaba el precio.
Mientras firmaba, a la vez que volvía a meter la tarjeta en el bolsillo, y contemplando el ir y venir de gente, pensé lo costoso que resulta a veces, renovar el armario, oír buena música y oler a hombre cuidado.
5 comentarios:
Una historia de amor desenfrenada, impulsiva,. Un quiero y no quiero diario, conocido, temido a veces...
Hasta ese final redondo, enmarcado por los limites de una tarjeta de crédito, no supe dónde me encontraba. Al final lo descubrí: frente a una haikuista que escribe hermosos microrelatos, llenos de poesía y una pizca de cotidianidad.
El párrafo final es cogernos de la mano y consolarnos del ruido. Es un segundo relato que redondea al primero. Es una enciclopedia de tres líneas. Es muy bueno.
Besos renovados.
Confieso que he leído el relato varias veces porque esta pasión desenfrenada la relacionaba con una hisotria de amor entre personas pero, a riesgo de equivocarme, creo que es sobre algo más material que a todos nos atrapa. Igual no le he pillado bien.
Loli, lo has pillado estupendamente. Se trata de un tarjetazo compulsivo.
Qué despistada ando. Por un momento pensé que estaba entrando en una iglesia (la música, los aromas). A veces la tarjeta mejor dejarla en casa.
Besos.
Publicar un comentario