LLevo implícito el perfume de tu cuerpo en mi sangre,
anoche te abracé tan fuerte que sentí
como mi pecho absorbía el tuyo.
Te adentraste en una aurícula y allí,
con el peso de tu existencia, desplazaste de su sitio al alma,
ese aire turbulento que ocupa el punto más meridiano
de todo mi incansable músculo.
La empujaste tan fuerte
que por las arterias se me escapó hasta la garganta
y grité tu nombre en forma de sonrisa.
Entonces te recuperé de nuevo,
esta vez como un sonoro recuerdo y así quiero conservarte
para que cuando el inconsciente me invada
hagas eco en mis recovecos
expandiéndote por mis espacios
con cada uno de mis impulsos nerviosos.
domingo, 30 de noviembre de 2008
Un pálpito hecho voz
Publicado por LaRubia en domingo, noviembre 30, 2008
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3 comentarios:
Señorita, ha hecho usted navegar al espíritu del amor por la sangre incontrolable de las venas. Cada glóbulo se ha encargado de un impulso, de un golpecito de remo, al ritmo de tus latidos, con la fantástica conexión eléctrica de tu alma.
Hay muchas declaraciones de amor. Esta se ha colado entre las una mejores.
Besos.
No se me ocurre otra forma mejor de guardar un tesoro como ese, que como lo has explicado tú. Apasionante, Irene.
Rubia, el verso "hagas eco en mis recovecos" me parece un juego de palabras fantástico, súper sonoro, y que cierra muy bien con el título. Total.
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