Curvas.
Año 1986.
Línea 33 de autobuses urbanos de Sevilla, con final de trayecto en la Plaza Nueva.
Entrada en la Plaza desde la Avenida de la Constitución, con toma de curva digna de Fernando Alonso, para llegar, dejando a la derecha el ayuntamiento, hasta su parada final.
El violento giro del conductor, loco por terminar su turno, permite, provoca, obliga, a que una turgente señora agarrada con una sola mano a la barra vertical, gire cual tornado sobre sí misma, al estilo final de un baile vertiginoso, antes de caer.
Resultado: la señora termina sentada de modo contundente sobre las piernas de un señor sentado junto a la ventanilla.
Miradas de sorpresa. Miradas acompañadas de mordida de labios y apretón de narices del resto de los viajeros. Se busca evitar el detonante de la risotada general. No se logra.
Agravantes: Intento de levantarse, intento de ayudar a levantarse. Ambos vanos. Nueva curva y asentamiento de las posiciones iniciales, con rostros tan cercanos que invitan a pensar en un amor a primera vista. Esto último desmentido al aparecer en escena la esposa del agraciado con la sentada en su regazo.
Parada final. Vuelta a la normalidad, puesta en pie, salida y despedida más o menos cordial. Mirada torva de la cónyuge que se repite entre dientes que a los hombres “no hay que dejarlos solos ni en el autobús”. Disolución aparente del evento.
Sorpresa y traca fina final: La protagonista que ha tomado asiento obligado es la esposa del conductor. Bochorno. Frase de adiós de la esposa inicial: “Donde las dan…”.
Acabáramos.
1 comentario:
A los viajecitos en autobús hay que ver el partido que le sacas, ja, ja, ja.
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