Y sola, como tantas otras tardes del frío invierno se sentó en su cocina a tomarse un café. Al acabarlo, se quedó mirando fíjamente el fondo de la taza buscando un futuro incierto entre los posos del café. No había nada. Transcurrió una hora perdiéndose en sus pensamientos. Miró de nuevo el fondo y …nada. Entonces recordó que había utilizado café soluble.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
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8 comentarios:
A veces, es mejor que el futuro quede donde debe quedar y no se adelante al presente.
Me encanta la oportunidad que dejas abierta en ese final tan estupendo.
Me gusta mucho.
Un beso, compi.
Un microrrelato de lujo. Qué bien se ha llevado la comparación entre lo poco sólido, lo que impide cimentar un futuro, y un café no ya rápido sino vertiginoso.
Me parece genial y se gastarían muchos más renglones en intentar explicarlo: Es un microcosmo redondo.
Besos.
Es como convertir el agua en tinto, o más bien, la cafeína en colacao. Inprevisto giro del final, sorpresa!.
Me encanta. Te has enmendado del todo Inma. De vez en cuando no está mal que se haga soluble nuestro futuro para esperarlo de nuevo en cada mejunge. Es el misterio hermoso de la vida.
Ese es el café que yo tomo y por eso me ha gustado mucho tu microrrelato. Y el final, tan redondo como un grano de café.
Gabriel ¿No encontraste otro título? Pues nada, cambio el mío porque quedan raros seguidos. No problem!
Inma, disculpa no haber atendido a la duplicidad de títulos. Al contrario, quería que se mantuvieran: lo puse porque lo tenía hecho desde hace tiempo. Disculpa y si quieres mantener el título yo cambio el mío a las ya en punto. Por otro lado, pensé en aprovechar y mantenerlo precisamente por ver si distintos relatos pueden convivir con el mismo título.
Besos.
No sé, a mí se me hacía raro, por eso lo cambié, pero no le des más vueltas.
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