Marcial Parra no tenía escrúpulos. Necesitaba dinero y no lo dudó: Llamó a casa de su joven y atractiva tía Paca y, sin que la puerta del apartamento de cincuenta metros cuadrados llegara a abrirse del todo, la agredió hasta aburrirla con varias zanahorias congeladas. Ella, a medio camino entre desmayarse e intentar cerrar la puerta, le dijo:
-Basta, iré por el monedero y volveré con él. No te muevas de aquí, que hay corriente y te puedes pillar un dedo con la puerta.
En su carrera hacia la calle, con gran ruido de monedas en sus bolsillos, Marcial Parra no se habría detenido de no ser por el enorme calabacín pelado a medias que le lanzó por detrás su joven y atractiva tía Paca, antes de dejarse caer por los golpes de zanahoria, recibiendo el impacto en pleno colodrillo.
Debido al escándalo, varios vecinos de la planta baja, alertados, abrieron sus puertas y prepararon armas defensivas y municiones dentro de sus posibilidades. Si bien hubo quien lanzó al ladrón y atracador Marcial Parra varios matojos de perejil, como el débil señor Rafael González de Alce, no faltó una mujer valiente como la señorita Casilda Palomares, quien se enfrentó a berenjenazo limpio con el delincuente familiar, hasta conseguir cegarlo temporalmente con un aspersor de vinagre para ensaladas.
De hecho, Marcial Parra fue reducido por la totalidad de vecinos, quedando a su cuidado los del entresuelo, que le vigilaban con cebollas pochas que mantenían todo su poder nutritivo y le hacían llorar, para quizá hacerle ir pensando en arrepentirse.
Llegó la policía, armado de recios pepinos y tomates macizos y se hizo cargo del berenjenal.
Antes de salir esposado con espesos ramos de cebolleta en las muñecas, Marcial Parra pidió que le vaciaran los bolsillos y que entregaran su contenido a la agredida, su joven y atractiva tía Paca, junto a un ramo de apio fresco.
A los agentes de policía se les quebró la voz ante el gesto y, tras realizar la devolución allí mismo, en el portal, junto a la habitación de la limpieza prepararon una infusión de hinojo, hierbabuena y manzanilla con una cucharadita de miel de rosas que bebieron todos antes de montar en el furgón policial, recién decorado con flores cortadas esa misma mañana.
3 comentarios:
Algo así sólo puede ocurrir en Vegetalandia donde seguramente un calabacín es catalogado como objeto contundente. Me encanta eso de "agredir hasta aburrirla". Buenísimo.
¡Qué buen puesto podría abrir este individuo en el mercado, como una oportunidad que le brindarían sus agresores, ante tal cantidad de género recolectado, para comenzar una vida digna. ¿A que sí?
Un beso.
Imagino esa guerra de hortalizas que dejaria sin existencias los invernaderos de Almeria. Buenisimo,
amigo Gabrie. Aprovecho para desearos a todos feices fiestas.
Besos fuertes. Paquita
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