El niño Bjorg no quería tomar el caldo caliente. Con nueve años recién cumplidos, había visto a su hermano mayor, Grabor, luchando contra un lobo para defender a las ovejas. Él quería hacer lo mismo y poder comer carne en lugar de caldo caliente.
-Entonces, mata un lobo tú también, -le dijo el hermano.
Bjorg cogió su abrigo y sus guantes y salió de la cabaña.
Atrapado en un cepo en medio de la nevada, el lobo gris provocaba que la manada no siguiera su marcha. Él era el guía desde hacía mucho tiempo, pero el hierro comenzaba a perforar su pata y ni sus enormes y afilados colmillos podían liberarle.
Cansado de luchar contra el metal, el lobo se detuvo a tomar aire. Al levantar la cabeza, sus ojos se cruzaron con los de un niño que tenía una lanza en la mano. Ningún lobo le atacó y Bjorg levantó la lanza lo justo para que el lobo sacara su pata de la trampa. Sintió dolor, pero no estaba herido.
Al entrar en la cabaña cubierto de nieve, Bjorg pidió una taza de caldo muy caliente.
Sonriendo, su madre se la sirvió y fue a abrazarle.
Bjorg hizo entrar al lobo, le puso delante la taza de caldo y pidió a su madre un buen trozo de carne para cenar.
2 comentarios:
Maravillosos tus cuentos, tan ideales para un día de lluvia como este que invita al cobijo de una manta calentita.
Superado de todas todas el mal bajío que pueda dar un Martes y 13 como este.
Precioso, Gabriel. Qué buena forma te has buscado para hacerlo un hombre. Me encanta este cuento.
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