viernes, 16 de enero de 2009

Condenada letanía

Prometí no echarte de menos,
prometí esta vez tomarme las cosas de una forma distinta,
pero las promesas no escritas, como las palabras, se las lleva el viento.

Releo, todo lo que me huele a tí.
Recuerdo, todo lo que tiene tu vida.
Reescribo, tu nombre constantemente. Antes fue madriguera de liebres. Ahora es un nido de golondrinas.

Falté a mi propia palabra
y por eso tengo convocada un asamblea de miradas lacónicas desde la ventana,
una huelga de cuerpo caído hasta que llegue el mediodía
y un manifiesto de viajes astrales entre tu casa y la mía.

Desde entonces sufro una inconsistente rebelión de sueños,
un puñado de neuronas crucificadas bocabajo
y mis sentidos lapidados a golpe de papel en blanco.

Ahora que de hombre has pasado a ser letanía,
me haré un rosario con este invierno de hojas secas
para que sea el propio viento quien te lleve consigo
o te haga fértil humus sobre el suelo que piso.

4 comentarios:

Gabriel dijo...

Me da escalofríos. Por lo certero, lo escogido de cada palabra y por algo que corta la respiración. Y ese toque más, el que lo hace extraordinario: la última y genial estrofa.

Besos.

Anónimo dijo...

Genial y atrayente. Un placer leerlo.

un saludo

Isa dijo...

¡Uf! ¡Cómo está la cosa! ¡Qué rosario de palabras tan bien dichas! Es desgarrador, Irene. Y es precioso.

Anónimo dijo...

Es muy profundo tu canto, tu oración sagrada y profana. Fosas y altares. Animales ánimas.