El cantante, cogido de la mano del autor del musical, agradeció los aplausos sinceros de un público maduro, con más de un anciano entre las butacas. Estos componentes de más edad del respetable, que se sentaban en sitios estratégicos, eran los que habían animado en los momentos de artistas muy malos u obras mediocres, y mantenían el espíritu de un grupo que viajó y dio palmas y gritos de ¡Bravo! por todos los teatros del mundo. Un público que se despedía del mundo del espectáculo justamente ese día, tras hacer salir a saludar cuatro veces a la orquesta.
4 comentarios:
Buen cambio de papeles. Complementariedad más que necesaria, pensemos que no habría artistas si no hubiera espectadores y viceversa.
Hala! Me ha encantado. :)
Precioso, Gabriel. Con una carga nostálgica, que o la tiene, o me la produce y que te queda genial.
Echaremos de menos a ese público entregado y generoso.
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