martes, 24 de febrero de 2009

A TRAVÉS DEL TIEMPO

Acabé atormentándome tanto por el tiempo perdido, que fabriqué mi propio reloj de arena. No me fue difícil, si tenemos en cuenta que soy el dueño de una cristalería.

La madera de la que pendían ambos extremos de la maquinaria, la encargué a un carpintero que fue mi amor de juventud y al que no he podido olvidar; de hecho lo he esperado hasta hoy.

La arena la tomé, como si de un tesoro se tratase, de una caja de conchas, en la que yacía guardada desde hacía más de treinta años; pertenecía a la playa por la que tantas noches rodaron nuestros cuerpos, insultantemente jóvenes.

Ahora, cuando veo tal cantidad de arena arriba, y la lentitud con que va siendo estrangulada, mi tiempo perdido de ayer, se ve compensado con las nuevas caricias de hoy, en donde ya los dos no tenemos una playa como alcoba, pero sí un mar de serrín o un cielo de cristal, dependiendo del momento; y mi reloj, fiel protagonista de nuestras horas.
Después de treinta años, aquella playa aún nos puede esperar.

9 comentarios:

LaRubia dijo...

Me encantan, no puedo evitarlo, estas historias de amor maduro y madurado, dónde el tiempo y el espacio no son enemigos sino recuerdos de lo que hoy es gracias a lo que ayer fue.
Para quitarse el sombrero amiga, como siempre.
Besos y abrazos

Anónimo dijo...

Pues ya lo creo que me gustaría fabricar un regalo así para un amor que supere el paso del tiempo.
Darle la vuelta y decirle "todo empieza otra vez".
Estoy de mudanza sin que se note. Por eso escribo poco y visito poco, pero no te olvido.
Un beso grande.

Anónimo dijo...

Qué me ha gustado el reinvento del reloj, y cómo has ido contando la historia pieza a pieza, reconstruyendo el pasado junto al origen de cada uno de los materiales. Y el sueño final, en la playa de esa arena, es como, por arte de magia y amor, habitar el mismo reloj, a través del tiempo ganado. El mismo título anticipa el hondo viaje.

Gabriel dijo...

Cada granito de arena, en tu cuento, se desgrana a tu ritmo y de tu mano. Porque tú lo mandas. ¿Y dicen que no se pueden contar? Allá ellos, porque basta saber que por cada uno hay una mirada. Y un beso.

inma dijo...

Precioso de verdad, Isa. Es muy gráfica la imagen de los cuerpos en la arena y esa forma de pensar en recuperar el tiempo perdido. Coincido con Irene en que los amores maduros tienen algo especial.

Peneka dijo...

No sé qué decirte. Me parece sencillamente redondo, sin aristas, sin nada que sobre ni falte.
Lleva tu aroma, tu estilo, tu propia luz, esa que impremes a cada uno de tus relatos.

¡¡¡Qué hermoso!!!, también yo quisiera tener ese reloj de arena, con el que sus ojos y los mios, mirasemos el lento pasar del tiempo...

Antonio dijo...

¡La esencia del tiempo y del amor en un sólo relato!

Isa dijo...

Gracias, compañeros; sois unos soles.
Antonio y Melytta, también gracias a vosotros. Cuando aparecéis por aquí, me dáis un alegrón.

Laura dijo...

¿Qué te voy a decir que no te hayan dicho ya? Me encantó.
Besos.