El martes día dos de marzo de 2009, entre las tres y las tres y cuarenta horas de la madrugada, tuve el siguiente sueño:
Mientras esperaba turno para el arreglo de mi reloj carillón de pulsera, sólo cambiar pilas y pulir el péndulo, una señora me recriminaba el color chillón de mi camisa, lo cual gritó sin parar hasta las tres y diez, hora en que mi mujer, al volverse, me metió un dedo en el ojo. Exclamé sin salir de la cola que reparar mi carillón de pulsera me iba a salir por un ojo de la cara y la señora, muy bien vestida de charol negro, huyó de mi sueño. Accedí al mostrador del relojero y éste, completamente bronceado, comentaba la separación de su cuñado Ernesto, sin caer en que yo la conocía bien, pues Ernesto es mi vecino y se viene por las tardes a merendar y ver el telediario que le grabo. Si no es porque mi mujer, al volverse, me recriminó no haber sacado la basura, el relojero no se habría callado, cosa que hizo a eso de las tres y treinta horas de mi sueño, sin retirar unas cáscaras de kiwi de su sombrero. A las tres treinta y cinco, traté de pagar en efectivo y mi mujer, en un cambio de postura increíblemente ágil, me dijo “no cambies, chato”, por lo que pagué con tarjeta el trabajo al relojero, unos quinientos cincuenta mil euros con seis céntimos aproximadamente. A las tres cuarenta, me desperté para acostarme. Mi mujer seguía dormida, pero se levantó también del sofá de madera.
El miércoles día tres de marzo de 2009 no tomé fabada con caracoles para cenar. De resultas, soñé con una solución numérica muy sencilla al problema cuántico homotofoxílico de la galaxia Chenchi 2, un problema dificilísimo que me quitaba el sueño.
1 comentario:
Qué exquisita sincronía entre los sueños y la realidad. Y qué buena elección ésa de dejar para otro momento del día la fabada. Aunque dime qué fue lo que cenaste a cambio para descartarlo yo de mi menú diario.
Tan bueno, tan completo y tan original como siempre, compañero.
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