Camina
y cuando empieces a caminar no mires atrás.
No temas convertirte en una estatua de sal, casi te diría que lo prefiero
antes que verte mover como un humano
que arrastra un corazón igual que un mosaico descolocado.
Te amo, te amo mal
y prefiero tu libertad aunque ella te aleje de mí.
Yo no puedo encenderte una luz al final del túnel,
ya lo sabes, ya te lo he demostrado,
vivo en una oscuridad que te absorbe
pero sí sé que recobrarás tu brillo
cuando empieces a entrar en calor.
Camina
y tan sólo recuérdame
como alguien que en toda su vida te dio un único consejo:
Cuando alguien te abrace nunca dejes que llegue a cortarte la respiración.
5 comentarios:
La imagen de un corazón descolocado como un mosaico me ha dado escalofrío. Y preferir la libertad a costa de alejarse, el mismo pellizco.
Quien siente ambas cosas y da al final un único consejo como el que se da aquí, no puede querer mal. No sabe lo que es querer mal.
Besos.
Yo no me imagino, Irene, un abrazo sentido que no llegue a cortarte la respiración. Sé a lo que te refieres, pero yo soy incapaz de alcanzar eso, quizá porque soy como tú; me doy demasiado.
Yo creo que quien quiere de este modo, quiere más de lo que imagina.
Cuánto complicamos lo de querernos y lo de dejar de querernos.
Una despedida de esas difíciles, abiertas, con retorno...
Me gusta que no te dejes cortar la respiración en un abrazo, por lo que conlleva de trasfondo. Los amores han de ser libres, estoy contigo en ello.
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