Mosquitos.
Y esto que cuento fue en el siglo XXL a.C., ese llamado “el más largo de lo normal”, cuando algo que no había pasado antes pasó entonces. Durante la recepción del faraón Albón Digitis a la princesa Mojapán del lejano Oriente, el celestial semidiós se autopalmeó el cogote haciendo con resultado el nacimiento del sonido de la hojalata y un pequeño bicho pegado en el colodrillo. La corte en pleno supuso el inicio de un nuevo ritmo caribeño, por lo que se unió al compás, mancos excluidos para no ofender a la divinidad.
En medio del jolgorio, más mosca que otra cosa por la proximidad de la chinaponesa invitada, la faraona Matinsek se acercó a su marido, dueño y semidiós, y pudo observar un bultito sobre el que, con extraordinaria torpeza, derramó doce litros de vinagre. Aunque le cambió el carácter antes alegre, le libró del rodeo de “miles de cosas pequeñas zumbonas y picantes”, ya que, momentos después, hordas de mosquitos ávidos de venganza por la muerte de Shabahitario Mazzola, su líder picador, irrumpían en el salón celestial. Buscaban el perfil del asesino. Pero allí todos estaban de perfil y no había tiempo para preguntas.
Puestos al habla con los sabios encargados de saber qué pasaba allí, éstos fueron echados a los cocodrilos antes de la hora de la cena, con la idea de que esos bichos cenaran gracias a la incompetencia demostrada por los sabios.
Se acercó entonces al faraón un joven sin pedir audiencia ni nada y, cuarenta azotes después dijo dulcemente:
-Mi tío materno en segundas nupcias os evitará este trastorno a base de cortinillas que os rodearán, bien es cierto, pero a través de las cuales, por la noche, podréis verle el zorondongo a las princesas que invitáis a palacio, sin que nada os pique, salvo si coméis ajo. Después, si procede, la reina os partirá la cara. A su criterio lo dejo.
Desconcertado el faraón, mandó llamar a Kortinaitis, el tío del niño, quien aisló al faraón de los cientos de miles de miles de miles de millones de billones de mosquitos que aparecieron en Egipto durante el fin de semana. Y fue que todo el mundo se rascó, desde el noble al esclavo más pobretón, y se palmearon con fuerza mejillas y abdominales durante sábado y domingo por la mañana, fecha en que llovió y los mosquitos murieron ahogados. Entonces, en hora de máxima audiencia, el faraón dio por sí mismo la noticia de que, como queríamos demostrar, a él y a su mujer no les picaba nadie, mostrando como prueba sus rostros lisos, sin un grano. Egipto al completo aplaudió el discurso y Kortinaitis y los suyos fueron encargados del mantenimiento del traperío de las ventanas y las mosquiteras de los palacios por los siglos de los siglos.
2 comentarios:
Bueno, yo qué os voy a contar. ¡Hay que leerlo!
Empezar este rato de la tarde del sábado con un faraón que se llama Albondigitis (lo juro), ya promete.
Sí que promete, estoy con Clea, pero ¡qué largo, Gabriel!.
¡Qué mal fin de semana pasarían los pobres con los billones de mosquitos!
Me encanta que el tio hable dulcemente después de 40 azotes ¡q bestia!
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