Langostas.
Surgió la bulla en una cena no consumada por no consumida. El menú propuesto por Cándida Faltona para su familia en su flisogésimo aniversario era el siguiente:
De primero, galletitas marroncito claro. Pan, picos, agua y servilletas, cubiertos incluidos.
De segundo, sal, pimienta, aceite y vinagre, salsas mahonesa y bechamel y más pan para mojar el pan y agua para desentrombonar el esófago.
De tercero, langostas. Así, como suena.
Y fue que todos los invitados, soltando los puñales traídos para ensartar a Cándida y decorar después su cadáver, se sentaron alborozados a la mesa agarrando con fuerza sus monodosis de condimentos servidos por los camareros Esteban Deja y Vicente Nedores.
Y fue verlos sentados, con la paulóvica saliva esperando un manjar conocido por su carne marinera y tierna, sabrosa y aromática, que Cándida mandó abrir al mismo tiempo las cuatro ventanas del salón para que por ellas se colara el grueso de los setecientos mil millones de insectos voladores, zumbones y devoradores con los siguientes efectos devastadores:
La flor del ojal de Jeremías Paramí, recién cortada esa mañana, desapareció.
El plato de espinacas servido por tercera vez para el niño caprichoso que no hubo con quién dejarlo, acabó limpio como una patena.
La maceta de hierbabuena de la tía abuela de Cándida, doña Bermeja Bones, acabó pelada.
Y, por último la huída despendolada de los familiares, que abandonaron sus perversos planes. Como obsequio, el niño recibió un tuperguare de espinacas con todo su valor nutritivo.
Y ni uno sólo de los pastos o sembrados de las zonas de alrededor quedaron perjudicados o asolados, pues el convenio establecido entre los bichos, unos profesionales, y doña Cándida, contenía con claridad las formas y las fechas de aparición, susto y retirada con pago por horas. En cuanto a su manutención, el menú era el mismo ya mencionado, con un primero y un segundo platos.
3 comentarios:
Menos mal que no me abundan alrededor ese tipo de invitaciones. ¿Sabías que ese bicho es el que más miedo me da?
No le falta a este relato tus buenos golpes de siempre, y, sobre todo, esos nombres, Dios mío, esos nombres.
"Estas plagas con las que Gabriel ha llenado nuestro blog merecen, en mi opinión el más alto elogio de constancia, ingenio y creatividad jamás visto por estos Barrios". Las anteriores son unas impostoras, la admiralectora nº 1 soy yo, que no tuve que pedir la vez.
¡Q esperpéntica comida! Menos mal que no nos llegó la invitación.
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