Me diagnostiqué con precisión y me lancé a un informe claro. Después de, al menos, rechazar un imperdonable “hemos”, pasé a escribir:
“He perdido el sentido del amor. Habrás observado que no me río con las últimas caricias, ni me parto de risa con esos orgasmos compartidos, los únicos que reconozco oficialmente, ni…”
La vi pasar a la azotea, me levanté y, al abrazarla, no solicité una puesta al día de esos maravillosos calambrazos simultáneos, sino que le pedí que se volviera y me mirara. Lo hizo, y su sonrisa, una vez más, me sorprendió sin preguntar.
Arrugué la hoja escrita y volví a aprender que al que se lo han dado todo en esto del cariño, lo valora mucho más si cree haberlo perdido. ¿Que, además, no era éste el caso? Pues mucho mejor.
6 comentarios:
Qué bonito que se diera cuenta antes de acabar el escrito. Me resulta muy romántico, aunque he de confesarte que lo he tenido que leer dos veces, pues en una primera lectura pensé q se enamoró de otra y en la segunda ví que era la misma y por eso tiene encanto el relato. ¡felicidades!
Felicidades. Por la duda también.
Si el amor consigue llegar hasta ahí, no hay riesgo. Ya es para siempre.
¡Qué bonito descubrir eso!
Como dice Clea, ya es para siempre.
A mi me gustaría creer que el amor es para siempre, pero bueno: ¡¡¡QUE SEA PARA SIEMPRE QUE DURE!!
A disfrutar el momenot, que es lo único real que poseemos y nos posee
Es curioso como un simple gesto, una sonrisa, puede decir mucho más que todo lo que queramos expresar con palabras. Me ha gustado mucho Gabriel.
Qué profundo, me parece un cuento precioso, puro sentido del amor. No falta nada: caricias, sonrisas, dudas, sorpresas y más orgasmos compartidos. Todo un mundo interior que se reescribe.
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