En el Teatro Rellano, la gran concejal Ambrosia Pitares, su marido, actual ministro de Plantas Bajas, y la suegra de ambos, expectoraron a contratiempo, contrapunto y contra la pared, al faltarles el aliento. Se levantaron a saludar e intercambiaron pastillas de menta con los palcos contiguos, quienes le dedicaron golpes de tos en estéreo, con lágrimas en los ojos.
En el patio de butacas, una enorme y enjoyada mujer, de pecho firme pero grácil en su vibrar, estornudaba a pañuelo descubierto esgrimiendo un jarabe sin codeína, un simple edulcorante… a capella.
En pleno carraspeo generalizado, desde el foso, como si estuviera en su propia casa, un integrante de la orquesta interrumpió con un par de notas al piano. Se le invitó a abandonar el foso y salió cabizbajo del teatro. Hay quienes no sabe uno dónde aprenden educación.
3 comentarios:
Desde luego, que hay que tener poca delicadeza para tocar un par de notas con el concierto de escupitajos y toses empezados y acompasados. Siempre los hay con mal gusto.
Por otro lado,el escrito me parece claro, conciso, divertido y breve. Enhorabuena.Los nombres: geniales como de costumbre.
Hoy el día ha amanecido algo nubladillo...pero tu teatro "secrecionil"(especialista en secreciones) me ha arrancado una sonrisa, sobretodo por ese final desvengorzado y falto de educación de ese pianista engreido y carente de catarro.
Sería este relato un elogio a la cantinela garrasperil tan frecuente en estos días... Escrito con pulcritud y buen hacer; sacando de donde no hay (y no lo digo por los escupitajos,grrrrrrrrrr)y dandonos nuevamente una clase: que se puede escribir de cuanto se quiera, porque en realidad, TAN SOLO HAY QUE QUERER HACERLO.
Besos de brisa azul, amigo
¡Para qué más orquesta que la que había montada!
Siempre me dibujas la sonrisa en la cara.
Un beso, don Gabriel. Os he dejado un comentario en la última entrada de Inma.
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