Batalla
del convento de Sbajenseya. Chipiona Sur. Nuevas generaciones.
En la antesala, túnel de vestuarios, los
nuevos, los aspirantes a monjear durante el resto de su vida. Filas de a cuatro
de perfil, con pierna izquierda afeitada en seco y túnica envolviendo las orejas en su condición de basura
humana, de la que, con el tiempo y la dedicación, el sacrificio y la
contemplación, evolucionarán hasta alcanzar el nivel de cucaracha despreciable,
para mayor gloria del histórico recinto.
El hermano Matildo, cuarto encargado de las
finanzas, suele poner para los familiares y asistentes unas tapitas de piñones
en salsa de merengue que hace las delicias del vice prior segundo suplente de
rezos veraniegos, hermano Seado Flores, que comparte la dentadura con el sub
gestor directivo tercero de martirios de los martes, hermano Letinas.
La cuestión más acuciante es, dentro del
jolgorio, rellenar bien los impresos. Y aquí surge el primer disgusto:
Al ser preguntado el ya olvidado como ciudadano
del mundo y primer aspirante, con nombre civil de Leonardo Plantado, éste
responde ¡con las manos en los bolsillos!, tirando por tierra el protocolo. Silencio:
se oye una mosca que vuela en la Patagonia.
Surgen de diversas direcciones una docena y
media de patadas, empujones sin contabilizar y salivazos en los codos. El único
capaz y autorizado para ese palizón, el tercer escribano interino, hermano
Ntropo, no se puede controlar y es llevado a rastras hasta la única ventana
desde la cual, a pesar de ser una planta baja, es lanzado al vacío, pues el hermano
clarinetista en prácticas, Osmon Dongo, senegalés, le ha sacado la cartera a tiempo
del chaleco. El todavía Leonardo es atendido en las heridas con aceite fresco
de chichinabo, a consecuencia de lo cual vomita unos caracoles que se comió la
noche anterior, en su cena de despedida, a la que acudieron su novia titular,
su novia de los lunes y sus cuatro chiquillos, dos de ellos con la carrera
terminada.
En este momento, donde normalmente se ha
alcanzado un nivel aceptable de trabajo administrativo y los piñones sirven
para graciosísimos juegos de puntería en los ojos, hace entrada nada más y nada
menos que el abad en excedencia, hermano Agnosio de Utrecht, quien ante la
ignominiosa escena contemplada se desmaya durante seis segundos y siete
décimas, una marca discreta.
Levantado por doce de los limpiacristales con
contrato fijo discontinuo y provistos de cubos de agua sucia, los hermanos
Gómez, el excedente suspende la sesión de aceptación de novicios para el año en
curso y cita de nuevo a todos los presentes sin excepción, para el día
siguiente en la planta baja de la fábrica de sedantes Tilatecalm en la acera de
enfrente.
-Esto no se había visto nunca aquí. ¿Y si se
llega a venir el tercer subsecretario de funciones varias de la Orden?; pues
seguro que salíamos en la prensa de sucesos. Tú, Osmon, recoge los piñones. Tú,
trae padentro al que habéis tirado tan mal, sin quitar antes la persiana. El
resto, a ensayar con rigor una ceremonia de esta categoría. Mañana nos vemos.
Jesús, qué sofocón me llevo.
El silencio, de nuevo, reina y siembra quietud
y serenidad en el interior del convento. Como sucede desde que se fundó, hace cerca de cuarenta días.
2 comentarios:
Jjjjjjjjjjaaaaaaaajajaaaa
¡Os mondongo! De Senegal, claro.
No puedo y no puedo. Salen genialidades debajo de las… frases.
¡Hay una dentadura compartida! ¡Hay, incluso, un escribano interino!
¿Y lo de la pierna izquierda de los postulantes afeitada en seco?
En fin, ha de merecer la pena si es por elevarse de basura humana a cucaracha despreciable.
Y todo esto en Chipiona. Sur.
(Yo me desproporciono, jaja)
¿En Chipona hay todo eso?¿Cerca del santuario? Mañana mismo me voy a buscarlo, jajajaja pero las piernas... mejor las dos ¿o no? ¡qué cosas se te ocurren!
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