Papá
Noel.
¡Borromblón!
–Qué caída más tonta, señor Noel, buenos días;
parece mentira, con su experiencia y habiéndole puesto la chimenea nueva, con
todos los agarres de seguridad que marca la normativa en bajadas verticales.
–No se preocupe que le apunto en mi lista de
“sabandijas a patear por las tardes”. Ahora déjeme que recobre el resuello.
–Será usted el único que recobre en estas
fiestas, hiahahai, hiahahai; porque la paga extra está prohibida, hiahahai.
Ande y déme la mano esa regordeta, que le ayudo a salir de ese montoncillo de
hollín y a levantarse, que parece usted una tortuga cucarachera, incapaz de
darse la vuelta.
–Menos mal que mi cuñado me va a echar una
mano, porque si no tengo que majarle a palos yo solito.
–Caramorsa.
–Moñocalvo.
–Filisteo.
–Chupacabras.
–Mascamocos.
–Cariátide.
–Ayyyy, qué bien se siente uno cuando se
desahoga un pelín. Vayamos al contenido de la entrevista. ¿Cree usted en el
salario mínimo de los renos?
–Sí creo. Pero no lo aplico. Tengo un convenio
firmado ayer mismito con Blitzen y Vixen como representantes sindicales. Yo lo
respeto y evito que me pateen.
–De todos modos, no lo niegue, se dice por ahí
que le pone usted los cuernos a más de uno de sus renos.
–Señor, señor, se dicen tantas cosas. ¿Pero
usted sabe, aprendiz de loro mosquitero, a cuánto está el kilo de cuerno? Mire,
que no salga de aquí, como usted, a patadas, sino que no lo difunda: les pongo
unos cuernos sintéticos de policascarina hechos con huevo, agua y harina,
rebozados con creminata, que, terminado el reparto, se guardan en cajitas troceados
para las meriendas.
–Ahí, señor gordo, me ha devuelto usted la fe
en el género humano. Perdone que me quite algo que se me ha metido en el ojo.
–Ha sido mi dedo mientras usted se ponía
blandangas, espécimen de rata epiléptica. Pero no se mueva, que lo retiro. Y el
guante, déme el guante, gracias.
–¿Qué le parece el Triunvirato Monárquico de la
Prestigiditación, también conocido como los Reyes Magos?
–Que repita usted el título con la boca llena
de alfajores, castañas en jengibre a medio masticar y medio limón. A ver.
–No llegamos a ningún lado. Yo intentando
renovar, alegrar y acercar su imagen, y usted poniendo caras propias de un
concejal sin entradas para la ópera.
–No vamos a pelear más, jovencillo. Hoy me he
caído en vertical por no llevar mi saco y tener las manos ocupadas con su
regalo. Aquí tiene. No lo abra hasta el día de Reyes y así unifica usted las
tendencias.
–Vaya, menudo armisticio elegante. Pero no se
vaya todavía. Tenga.
–Pero…
–Un detallito. Ábralo hoy, por favor. Ahora,
para ser exactos.
–¡Morsas! ¿qué es esto?
–Dos pares de ventosas. Se las pone usted en
los codos y las rodillas y le confunden con una mosca a partir de ahora. No se
cae usted de una pared aunque sea la de su ducha con el vapor de agua. Que no
tiene usted edad para ir dando barrigazos.
–Me ha llegado usted al píloro, amigo mío. Y no
soy de coba fácil. Me las pruebo, con su permiso.
–Que no se diga.
Papá Noel se equipa, se coloca dentro de la
chimenea, se despide con la mano y trepa por ella con la velocidad de una
lagartija. Desde abajo, el locutor lo ve subir. No resiste la tentación de
abrir su regalo: un tirachinas perfecto. Se saca el chicle, lo lanza con
precisión y en los próximos cinco mil años al barbudo le cuesta despegarse del
asiento del trineo. Una forma de acordarse del pollino aquel, el de las
entrevistas. No era mal tipo, piensa cuando ve el ahorro en las facturas de tintorería en todos estos años.
2 comentarios:
No dejes de escribirnos.
Es una de las cosas buenas que suceden de vez en cuando. Y las cosas buenas que suceden de vez en cuando, sumadas a otras cosas buenas que suceden de vez en cuando y a otras cosas buenas que suceden de vez en cuando y a otras más (cosas buenas) que suceden de vez en cuando, hacen un total de cosas buenas con las que esto de vivir es una cosa estupenda.
Tú también nos llegas al píloro. Ya sabes.
:)
Gracias siempre. Y un beso de vez en cuando.
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