La vendedora de lámparas, sacando un pedido recién llegado
de Arabia, advirtió lo distinta, y por ello especial, que era una de ellas, y se
dijo: “ésta no la vendo”.
Al instante, por la puerta entraba un joven intentando
enrollar una inquieta alfombra que no se doblegaba, y colocándose bien el
turbante pronunció firme: "¡deme lo que es mío!"
6 comentarios:
Bien, bien bien... ese joven Aladino en busca de su interior, de ese lugar oculto a la mirada del otro; y a esa vendedora sagaz que guarda aquella lámpara como el mayor de sus tesoros.
Precioso y sencillo microrrelato. Bienvenida a esta casa de la palabra.
Besitos de aroiris
Gracias, Peneka. Estoy disfrutando por esta vuelta y me ha encantado pasarme por algunas de vuestras publicaciones y dejaros en ellas mis sensaciones.
Estoy feliz.
Un beso con aroma de azahar.
Pasar de nuevo por casa y traerte contigo la fantasía arrastra a la fiesta a los personajes mágicos. Nada menos que Aladino, al oír el cuento, ha cruzado el zaguán.
Qué bueno, Isa.
Gracias, Gabriel. Me alegra que te guste. Estoy escribiendo a diario. No sé el tiempo que lo podré mantener sin interrumpirlo, pero qué feliz me hace.
Un beso mágico (del genio de la lámpara).
¿Y qué es lo que escribes a diario? ¿Te pusiste xon la novela?
Me alegra mucho que hayas regresado. La magia de tu microrelato me devuelve a la infancia donde frotaba cualquier cacharro extraño por si salía un genio de él. Me encanta de veras. Un besazo.
Escribo reflexiones. Mucho tiempo sin hacerlo. Ah! También un relatillo cortito que colgaré en cuanto pueda.
Un beso con aires de primavera.
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