Senderismo dominguero. Sentada a orillas del riachuelo pensando en historias, problemas y demás, el pastor me pide paso para sus cabras. Me retiro a un lado y observo cómo el señor, bastante anciano, cruza por las piedras al otro lado con la misma agilidad y seguridad que sus cabras. Le sigue su perro y el rebaño. Una procesión silenciosa, majestuosa, en armonía con la naturaleza. Pasa la última cabra. Se me olvidó lo que estaba pensando.
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4 comentarios:
Lo que alegra escuchar que traes aire fresco. Me llega al alma tu mirar al cabrero y su mundo. Creo que los envidiaba. Ahora, haces que los admire y que te lo agradezca.
Besos.
Sí, Gabriel, sobre todo admiración. Su vida puede parecer muy idílica vista desde fuera pero en el fondo es una realidad muy dura. Lo que sí envidiaba es cómo la propia naturaleza contemplaba su paso calladamente, con absoluto respeto.
¿Y qué hacías tú tan en el campo? Aparte de meditar, claro. Me encanta la foto, y sobre todo que hayas regresado.
Forma parte de un sendero, Inma. Como verás en las fotos es muy hermoso. Os lo recomiendo.
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