martes, 13 de enero de 2009

UN CUENTO.

La princesa Rashasmund estaba enamorada de un hombre mayor que ella: Su maestro Omar, que la amaba en secreto. El día que el rey Aldemer celebró la fiesta donde se anunciaba que la princesa ya era mujer, la propia muchacha comunicó a su padre el deseo de casarse con Omar. El rey, ciego de furor al sentirse humillado, mezcló con su cuchillo las sangres de su hija y su súbdito. Ellos querían lo mismo y pensaban pedirle ayuda por amor. El rey les concedió lo que querían por rabia. El resultado no fue peor para los amantes, sólo para el terco rey que lloró por perder a su hija y su mejor amigo. El rey fue condenado a vivir eternamente. Tanta fue su pena cuando murió su mujer, la dulcísima Yalena, que Omar y Rashasmund pidieron dejar sus espíritus dentro del palacio real para consolar todas las noches al rey, a quien contaban todos los cuentos del Más Allá que habían aprendido. Después de muchas noches, el rey Aldemer rogó a Omar y la princesa que le ayudaran a morir. Ellos aún guardaban la espada que les mató y se la dieron. Justo en el momento en que Aldemer empujaba la espada hacia su corazón, su amante esposa Yalena la tomó por el mango sonriendo y, muy despacio, la dejó caer sobre los hombros de los recién desposados Omar y Rashasmund, quienes agradecían la bendición de Aldemer el día de su boda, en el día en que se anunciaba que la princesa ya era mujer.

2 comentarios:

LaRubia dijo...

Que dulce el amor por encima de los años ya cumplidos, que dulce la misericordia y el perdón.
Una manera más de demostrarnos a todos que el amor, en todas sus formas, es el mejor bálsamo para el ser humano

Isa dijo...

Aquí, Gabriel se percibe lo buenísimo que eres. Me asombra tan gratamente esa falta de rencor, de venganza...
¡Qué dulzura de cuento! ¡Qué papel el de la reina!