La mujer del arco, inmóvil entre los árboles, dejó que la flecha adornada con una pluma azul volara hasta clavarse en el pecho del animal.
Su enamorada se acercó al hermoso pájaro azul, comprobó que sangraba en rojo a pesar de la leyenda y lloró por su muerte y por renunciar al sueño de volar junto a él. Al levantarse, le pareció que el pájaro azul sonreía, volvió la cara y recibió la mirada fría de los ojos de la mujer del arco, que también se ponía de pie y se marchaba.
Arrancó la flecha despacio para evitar que se rompiera. Observó después la punta y pudo ver una bolsita llena de veneno pegada que no había estallado, por lo que el ave no murió envenenada: la flecha le partió el corazón sin que se le pudriera en vida. Miró de nuevo al suelo y ya sólo quedaba una pluma, igual que la que prendía de la flecha. Algo de bruma azul se disolvía en el aire y poco más. Si acaso, su mirada, aunque yo estaba lejos del sitio como para estar seguro.
Mucho tiempo después,
Al final de la ceremonia, el cura preguntó si alguien tenía algo en contra de que se celebrara la boda sin amor de la mujer del arco, y, aún en silencio, los presentes volvimos la cara para ver a un joven sonriente que, desafiante, sacaba del bolsillo más cercano al corazón una pluma azul que entregó a la novia al llegar a su lado.
Al agarrarla con fuerza, la mujer del arco y la pluma se disolvieron en el aire dentro de una tenue nube azul; nada más. Ni siquiera su mirada: Esta vez yo estaba cerca y puedo asegurarlo.
El joven se dirigió hasta la puerta, acercó a una muchacha hasta el altar, juntó su mano con la del novio y el cura volvió a hacer la misma pregunta. Esta vez pidió que nada separara jamás aquellas dos manos, y no hubo más preguntas.
Por alguna razón todos los invitados volvimos a sentir los latidos dentro del pecho. Corrí para alcanzar al joven que trajo la pluma y tuve tiempo para beber con él una copa de vino y preguntarme dónde había visto yo antes esa mirada. Pero no se lo dije y él tampoco me dijo nada.
4 comentarios:
¡Madre mía!
Es Magia, claro.
¡Qué bonito! No nos tienes acostumbrados a tus relatos mágicos, y es duro y tierno a la vez, enigmático e inquietante en su justa dosis. Algo confuso el final porque los invitados a la boda quedarían más que perplejos con el desenlace, pero ese tinte de azul me encanta.
¡Qué bonito, Gabriel, y qué visual!
He palpado el rojo de la sangre y del vino, y el cuento entero está pintado de azul.
Me encanta ese enlace final, y que estos quedasen para tomar un vino. No sé; parece que le da un tinte de cercanía especial con el narrador.
Me encanta cuando haces este tipo de prosa.
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