Animales silvestres.
Corría el siglo XII porque el XIII le venía detrás con muy mala idea y fue que se dio algo extraordinario en los campos de Betsabelania, cercanos a Jobsutulallevas, de la tierra media de Chendoscapia, donde el rey Betancort III reinaba a base de terror y brevas podridas en los calabozos, junto a su malvada reina Anitantomedá y su pérfido e imbañable consejero supremo Johanesteiro Infulanito, un tipo hosco nacido en Jaén.
Y fue que tanta maldad seguida hizo mella en los sometidos a la presión diaria del “trío malacara”, así llamados los tres antes mencionados, hasta el punto de pedir cita al sabio Yomolomás, un anacoreta y erudito profesional, perdido por unos doce mil asuntos de faldas y las peleas con bastantes maridos, asunto por el cual, a sus noventa y siete años, se retiró a una cueva dúplex, de ochenta metros y trastero, donde penar sus penas y reconciliarse con la Naturaleza.
Y fue llegar todo el pueblo en procesión ante su puerta a eso de las tantas cuando el portavoz gritó:
-Sal, sal y salsa de la vida. Sal y sálvanos.
-Salid de mi propiedad y de mi vida tranquila, por favor, que me pongo muy nervioso si pierdo la calma.
-No tenemos a quien recurrir, oh sabio entre los sabios; comprended y seremos así comprendidos.
-Comprendo. Esperad un momento y vuelvo, que tengo algo en el fuego.
Entre eructitos, el sabio salió un cuarto de hora más tarde y empezó a lanzar fuegos de colores que estallaban en los aires y caían sembrando caminos de luces brillantes en la aún no diluida noche.
Aplausos.
Y fue que cada una de las últimas chispas (podríamos decir fotones, en términos físicos estrictos) surcó los cielos hasta el castillo de los tres tontísimos y malos gobernantes, para convertirse en unos bichos gordos y de aspecto fiero, a saber:
El Tiranorarus, un semitoro con raftas y uñas pintadas que no te deja dormir.
Las Astralopitugas, mamíferos de concha flexible y cuernos en las uñas que te rompe en dos cualquier prenda interior y te la tira a la papelera.
El Diplomatik, un ser bicéfalo que te pone la cabeza loca a base de excusas por no cumplir nada de nada, aunque te lo jure por su columna vertebral.
Y otros muchos bichos ancestrales, monstruosos en forma y coraje, que echando fuego por los bolsillos asolaron el castillo de los tontos, los tontillos, que mandaban el lugar, de los cuales se llegó a saber que peregrinaron por el mundo conocido hasta ser aceptados en un convento de la orden Alfabetikatandad, donde terminaron sus días, uno tras otro, después de comenzarlos.
Y una deuda pública elevada hasta la bancarrota financiera del lugar fue lo gordo que no se pudo resolver, teniendo en cuenta lo que comían esos bichos.
3 comentarios:
Yo aquí recomiendo no perderse la cueva del anacoreta y al anacoreta en sí.
Por otro lado está el trío...
-Un tiranorarus (ojo al tiranorarus.
-Una astralopitugas ¡de concha flexible!
-Un diplomatik que jura por su columna vertebral. ¿Alquien ha visto jurar a alguien por su columna vertebral alguna vez?
Para mí es demasiado.
¿Y reinar a base de terror y brevas podridas? ¿Se sabe mayor crueldad?
¿Se sabe de mayor crueldad?, quise decir.
A mí me gusta el tema de la cueva y del anacoreta de 97 años, aq creo que resolvió de poco a nada.
Buenísimo lo del "imbañable", que ya olería lo suyo.
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