Era aquélla una maestra
que no muy bien enseñaba,
pero tenía una palmeta
que a conciencia manejaba.
Como era bien solterona
y ningún novio tenía,
su mal carácter volcaba.
contra la chiquillería:
palmetazo por allá,
y guantazo por aquí,
era el principal deporte
que ejercía la gachí.
Yo creo que pensaría
"la letra con sangre entra"
y así lo llevaba a cabo
la señorita Enriqueta.
Si viviera en estos tiempos
en los que todo ha cambiado...
para empezar, la palmeta
tendría que haberla tirado
y gran cuidado tendría
de, al alumno, ni tocar,
porque sus progenitores
la podían empapelar.
Si además eran señores
de, "a mi niño ni tocarlo",
podría verse Enriqueta
llevándose un buen sopapo.
Y termino la historieta
de esta singular maestra,
modelo de educadora,
la señorita Enriqueta.
2 comentarios:
¡Toma castaña!
Si el Ministerio de poquísima educación y casi ninguna ciencia fichara una docena de Enriquetas para trabajar en la delegación, a reglazos con el consejero, ésto se arreglaba en minuto y medio.
¡Genial recuerdo de la autoridad en batitas de rayas y pizarrita en mano!
Besos.
Todos hemos sufrido alguna que otra de esas Enriquetas que en vez de animarte a leer y escribir, te asustaba con la palmeta. ¡Bienevenida sea la prohibición de los malos tratos en la escuela!(y en todas partes)
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