Vuelta
al Infierno.
No es que se me hubiera olvidado nada allí para
tener que volver. Pero ante la avalancha de comuniones, bautizos, bodas y
romerías concentrados en la primavera, no dije yo que no, más que nada por
desintoxicar.
Había un portero nuevo, a voces con el Tenorio
por culpa de una segunda parte con rimas que no encajaban. La cosa se iba
calentando y no me quise meter para no añadir leña al fuego. Porque yo, a
muerte con don Juan por muy condenado que esté. Además, la que sellaba a los
nuevos no hacía más que calentarle la cabeza al portero, su primo, que bastante
quemado estaba allí como consecuencia de haber fosfatinado diez mil hectáreas
de bosque cerca del Pinar de las Brezas, el muy zihopú.
Total, que me metí para dentro para ver si encontraba
al abuelo de mi tío Andrés, Félix, un pájaro que siempre salía de sus cenizas.
Trabajó como fogonero en la Tren & Company & Rieles, una empresa
alemana con sede en Villaviciosa de Condón.
Nada más entrar, me vi en medio de otra bronca,
esta vez entre dos vecinas. Una pedía una indemnización porque la otra le había
dado la receta de las lentejas ya quemadas y la otra que si no estuviera
tonteando con el de la calefacción central, no se le tostarían las legumbres.
Que no se puede estar siempre al sol que más calienta. Pasó por allí un notario
con bufanda y estalló la carcajada general, a lo que el personaje respondió
aquello de “ande yo caliente y ríase la gente”, sin pararse a hablar con nadie
sin minuta previa por medio. Genio y figura.
De mi pariente no supe nada, ni de su mujer. Sí
que pude en cambio entrevistar al bandolero Luis Candelas Bros, poco hablador,
que me pidió fuego para un par de puros habanos.
Al salir, el portero, del calentón, había
llegado a las manos hasta con el suegro fantasma, el padre de sordoñaInés; del
jaleo, dicen, se recibió una llamada por teléfono rojo “desde el piso de
arriba” por las voces que se oían. Con mis guantes de amianto les palmeé las
espaldas y conseguí un apretón de manos entre ellos, aunque el escándalo que
formaron les hizo cargar con dos guardias de caldera el fin de semana entero.
La verdad es que anduve fisgoneando por el
recinto, empapándome de las cosas en caliente y el jefazo empezó a hacer
preguntas tales como ¿es que tramas algo que te haga finalizar aquí, Neeeneeee?
Su mirada intensa me hizo arder las mejillas de rubor y contesté vagamente que
estaba allí por curiosidad y por la reuma, mientras me alejaba unos metros del
fuego del hogar.
En conjunto, el viaje como experiencia no lo
recomiendo: esa misma noche reconocí que por debajo del factor 50 las cremas
protectoras son un Paraná y me costó dormirme por la molestia en los hombros.
Pero no deja uno de valorar el cálido ambiente que se irrespira en el recinto,
aunque lo lento que se mueven los asuntos quema la sangre de más de uno.
Los del tour operator me llamaron para
ofrecerme una ruta “por el otro lado, el opuesto”, -me dijo entre risitas la
señorita por teléfono- y yo he quedado en llamarles esta misma semana, en caliente, que luego se quedan las cosas pendientes.
2 comentarios:
¡Ay! ¡Es redondo este abrasamiento generalizado! Se hace corto.
¡Tuvo delante al mismo jefe!
Y el pueblo ese, sede la compañía, parece, no sé, como muy gremial, ¿verdad?
¡¡No deje de ir al lado opuesto, por dios, que ya lo vemos venir, jajaj!!
En fin, gracias por compartir estas aventuras siempre.
:)
¿Por qué es más divertido el infierno que el purgatorio? A pesar del calor el relato es mucho más sugerente. Ansiosa espero el del paraiso.Más que nada por saber si merece la pena ser buenecita. Son muy divertidos.
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