El
Estornudador de Boston. (Parte Uno)
-¡Código Uno, Código Uno! –gritó el inspector
Tillero-. ¡A todas las unidades! Esto es un Código Uno como que yo me llamo
Fabio Palpelo Tillero. Atención: Una mujer de mediana edad ha visto volar sus
medias de lycra hasta el segundo piso de un bloque de VPO sin que –jura– se
haya quitado los zapatos. Se ha producido hace apenas un minuto, en la esquina
de la 47 con Pollo Avenue. Se trata de un tipo alto (por encima del 5%), quien
ha sorprendido a la mujer. Actúa solo, con el rostro al descubierto para no
amortiguar el impacto en lo más mínimo. En cuanto se ha colocado frente a ella,
que asegura nerviosa que pensaba tranquilamente en sus cosas, se ha quitado una
tenue, leve y ligera mascarilla para estornudarla de lleno.
Nick Korresky fue el primero en responder. Era
el agente más cercano a la escena del crimen.
-Al habla Korresky. ¿Se sabe si está moqueada?
-No está de buen humor, Nick. Ponte en su lugar
–respondió Tillero.
-Quiero saber si ha sido en seco.
-Claro, Nick, claro –respondió Tillero-, no
puedo decírtelo. La han llevado al hospital pasando antes por una mercería
donde adquirir pantys mucho más adherentes a la zona múslica interior. Hablaré
con los médicos y te tendré informado.
En cuanto colgó del perchero su intercomunicador,
Nick giró violentamente su volante, se subió a la acera y abrió la puerta de su
Cadillac.
-¡Quieto ahí, malandrín!, -fue lo que soltó a
un tipo alto que intentaba quitarse una mascarilla y tirarla a la alcantarilla.
Nick redujo al tipo tras seis asaltos de tres
minutos, en los que pudo hacerle una llave con copia. En una rápida acción
propia de un especialista en rodeos, lo metió sin rodeos, atado, en la parte de
atrás de su coche. No paró hasta llegar a la comisaría, diez metros al oeste,
donde Tillero le esperaba con una nube de periodistas.
En la sala de interrogatorios, Nick se pulía
los zapatos amenazadoramente. Sólo hacía preguntas sencillas y cortas, a las
que el presunto Estornudador respondía con frases de autopromoción: “soy el más
grande”, “me has cogido en un momento tonto, que si no… jajay”, y similares.
En la segunda hora cara a cara, Nick notó que
algo no iba bien en la cabeza de aquel tipo. Parecía desmoronarse al mismo
tiempo que sus pelos se ponían de punta. De un salto Nick le agarró el occipital
y encontró lo que buscaba: un alambre finísimo y largo y cobrizo, como un pelo
de mujer.
-Es esto lo que utilizas para provocar tus
estornudos, ¿no es así? Basta con que unos segundos antes de actuar te lo metas
por uno de tus orificios nasales y ya estás listo para atacar en cualquier
circunstancia, ¿verdad?
El hombre cantó como un loro cantor.
No era nadie: como mucho un papamoscas. Apenas
llegaba a reunir números suficientes para un NIF completo. Quería su momento de
gloria.
-Dale un par de patadas en los riñones y suéltalo,
-dijo Nick a Tillero cuando salía poniéndose la chaqueta-. No es nuestro
hombre.
En efecto, a menos de cincuenta metros de allí,
el Estornudador llamaba a la comisaría preguntando por Nick.
-¿Korresky?
-Al aparato.
-Ha sido brutal, Nick. Mientras tú le quitabas
la silla al sentarse a ese pobre diablo, he hecho volar por los aires el
contenido de un bolso de lujo en la avenida Long Hanizza. No sólo los pañuelos, Nick. También cosas de peso.
Tendrías que haber visto a la mujer llorar por su móvil, mucho más móvil
gracias a mí, ha, ha, ha,… También la he hecho llorar al decirle que su mensaje
llegaría antes, ha, ha, ha.
Korresky se mordió el bolígrafo antes de
contestar.
-Te cogeré, Pillastre, y será pronto.
-¿Cuándo crees tú más o menos?
-Ay, yo qué sé. Ponte que un par de días.
-Namierdapatí –respondió la voz.
-Bueno, ponte que una semanita.
-No te digo yo que no –dijo y colgó.
De regreso en la comisaría, de donde no había
llegado a salir, Nick se derrumbó en su sofá.
Tillero entró, le arregló la almohada y le dijo
que descansara. Que no se agobiara, por favor. Que esto se arreglaba en una
semanita.
-Tranquilo, Nick. Descansa. No te agobies. Esto
se arregla en una semanita.
(¿Ven
como era cierto que se lo decía?, ¿o me invento yo las cosas, cohone?)
Nick cerró los ojos y Tillero, despacio, lo dejó
descansar, se levantó y cerró de un portazo el despacho de Nick, rompiendo el
cristal, la lámpara y un jarrón con el mayor sigilo posible.
3 comentarios:
¡ME MEO! (Propiamente dicho)
¡Cuánta acción!
¡Qué precisión la de Pelotillero (o tortillero) para medir la estatura del estornudador!
¿Del perchero colgó el intercomunicador? ¡Diez metros en coche y ya lo esperaba una nube de periodistas! ¿No hubiera ido más ligero andando?
(Qué portazo, cohone, como si él no se equivocara nunca)
¡Ah! Tiene usted una errata (glup). En el primer halla...
Besos y gracias por estas risas veraniegas.
:)
¡Gracias, Clea, y disculpa el (ya corregido) error ortográfico que sólo me ha costado seis meses en galeras. Eso sí, con dos horas para comer.
Besos.
Trepidante ritmo, !por tutatis! Que divertido! parece como si leyeras un cómic, y esos nombres, tan ocurrentes, me encanta. ¿Has pensado en escribir algún cómic? Ya sabes que ilustradora estaría dispuesta a tal aventura. Un besazo veraniego.
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