Lucía pasaba a diario por aquella calle. La casa de los Morgan era sencillamente impresionante y a ella le gustaba imaginarse en sus salones y en la majestuosa biblioteca que poseía, según decían las lenguas bien informadas de la ciudad. En el jardín un enorme magnolio, que según se decía, lo había plantado el bisabuelo de los anteriores propietarios, en la actualidad venidos a menos.El gran tronco gris y poderoso, las perfectas hojas verdes, brillantes y ahora envueltas por la iluminación navideña, todo era una perfecta estampa navideña; todo menos aquel elemento colgante que pendía de sus ramas.
Lucía pensaba que aquel árbol era uno de los signos de ostentación que los Morgan podían permitirse, sobretodo después de aquel golpe de suerte que el cabeza de familia tuvo en la bolsa de New York hacía unos años. Desde entonces, la rivalidad entre los Morgan y los Linsey se había hecho cada vez más y más evidente. Si los Morgan contrataban a los mejores interioristas, Mckensey and Mckensey, para redecorar el cuarto de juegos de los niños, los Linsey contrataban los Macarty and Cia para engalanar el cuarto de billar. Su rivalidad iba en aumento y Lucía pensaba que aquel elemento tan poco navideño colgado del magnolio no iba a hacer sino empeorar las cosas entre ambas familias.
- Esta vez se han pasado- pensó para sí mientras contemplaba la imagen- Cuando Ruth Linsey se vea ahí, le va a dar algo.
Lucía sintió como poco a poco, las gentes se iban agregando a aquel macabro espectáculo y como contemplaban atónitos la imagen de aquel elemento tan poco navideño.
- Desde luego, ¿Qué mal gusto hay que tener!- dijo el señor de pelo blanco y abrigo gris que acababa de incorporarse al grupo de espectadores.
- No cabe ninguna duda- apostilló una señora de mediana edad que no dejaba de atusarse el cabello mientras se balanceaba.
La muchedumbre fue creciendo y creciendo tanto, que los vehículos hubieron de detenerse para no solo evitar atropellar a alguien sino también para unirse al espectáculo. La policía tuvo que intervenir, acordonando la zona e intentando, sin éxito, contactar con los Morgan.
- No están en casa- les dijo Lucía. –Les vi abandonar la casa ayer tarde, llevaban la ranchera con un enorme abeto y muchas maletas.
-Gracias señorita- respondió el policía.
Lucía permaneció allí, contemplando el gran alboroto y como los policías disolvían aquel tumulto que amenazaba con colapsar el tráfico de la ciudad. Cuando todos se hubieron marchado, ella hizo lo mismo, no sin dar un último vistazo a aquel monigote vestido de navidad colgado del magnolio. A la mañana siguiente, oyó en la radio mientras desayunaba:
“Encontrada ahorcada la Sra. Lindsey en el jardín de los Morgan. En el bolsillo de su chaqueta se halló una nota con el siguiente texto:
Ahora soy yo la que copará todas las revistas. ¿Qué tal sienta no ser portada? ¡FELIZ NAVIDAD!”
Lucía pensaba que aquel árbol era uno de los signos de ostentación que los Morgan podían permitirse, sobretodo después de aquel golpe de suerte que el cabeza de familia tuvo en la bolsa de New York hacía unos años. Desde entonces, la rivalidad entre los Morgan y los Linsey se había hecho cada vez más y más evidente. Si los Morgan contrataban a los mejores interioristas, Mckensey and Mckensey, para redecorar el cuarto de juegos de los niños, los Linsey contrataban los Macarty and Cia para engalanar el cuarto de billar. Su rivalidad iba en aumento y Lucía pensaba que aquel elemento tan poco navideño colgado del magnolio no iba a hacer sino empeorar las cosas entre ambas familias.
- Esta vez se han pasado- pensó para sí mientras contemplaba la imagen- Cuando Ruth Linsey se vea ahí, le va a dar algo.
Lucía sintió como poco a poco, las gentes se iban agregando a aquel macabro espectáculo y como contemplaban atónitos la imagen de aquel elemento tan poco navideño.
- Desde luego, ¿Qué mal gusto hay que tener!- dijo el señor de pelo blanco y abrigo gris que acababa de incorporarse al grupo de espectadores.
- No cabe ninguna duda- apostilló una señora de mediana edad que no dejaba de atusarse el cabello mientras se balanceaba.
La muchedumbre fue creciendo y creciendo tanto, que los vehículos hubieron de detenerse para no solo evitar atropellar a alguien sino también para unirse al espectáculo. La policía tuvo que intervenir, acordonando la zona e intentando, sin éxito, contactar con los Morgan.
- No están en casa- les dijo Lucía. –Les vi abandonar la casa ayer tarde, llevaban la ranchera con un enorme abeto y muchas maletas.
-Gracias señorita- respondió el policía.
Lucía permaneció allí, contemplando el gran alboroto y como los policías disolvían aquel tumulto que amenazaba con colapsar el tráfico de la ciudad. Cuando todos se hubieron marchado, ella hizo lo mismo, no sin dar un último vistazo a aquel monigote vestido de navidad colgado del magnolio. A la mañana siguiente, oyó en la radio mientras desayunaba:
“Encontrada ahorcada la Sra. Lindsey en el jardín de los Morgan. En el bolsillo de su chaqueta se halló una nota con el siguiente texto:
Ahora soy yo la que copará todas las revistas. ¿Qué tal sienta no ser portada? ¡FELIZ NAVIDAD!”