sábado, 15 de diciembre de 2007

LUNA

La Luna no quería salir. Estaba llena y se sentía gorda, con mal aspecto. Fueron llegando los planetas para convencerla, pero no hubo suerte.

-El Sol tiene la culpa, -decían todos, sin ser capaces de mirarle a la cara fijamente.

La Tierra no quería intervenir en los asuntos de la pareja, pero tenía otras miles esperando a enamorarse.

Un espejo muy grande resolvió el problema. Uno de esos de las ferias, donde tu imagen se alarga y se hace esbelta. Después de un rato, La Luna se veía de nuevo en cuarto creciente, fina y puntiaguda, con algo de misterio.

El Sol dio por terminado ese día un poco antes y se acercó a verla con rayos rojos que giraron a su alrededor antes de perderse en el horizonte. Ella le hizo esperar lo justo, porque salió temprano, de improviso. Para deslumbrarle de noche.

Y lo consiguió.

EPITAFIO

Ay, Sinfo, no di con la tecla de arreglar la tele como me pediste, la que se puso con las rayas blancas en la pantalla verde al lado de tu cama y hacían piii, piiii, piiiiii,… porque me tuve que ir a la manicura, aquí cerca de la clínica. No creo que te murieras por el disgusto, ¿a que no, tesoro?

No te haces idea de lo que te echo de menos: Muchíííííísimo. Y quédate tranquilo, que me he casado con tu hermano Floro, sí, el que pudo cobrar la quiniela.

Siempre tuya y contigo, tu Macaria.