miércoles, 2 de abril de 2008

ASCENSO Y CAÍDA.

Pitarri Pons de Llorente, más que nada marquesa de Larameu, llegó a su nueva mansión, o sea, estaba ya como al lado de la puerta principal. Bajó del auto de dos colores que se llevan siempre y, moviéndose como una gran dama del saber estar, dejó que Arturito Llorente Colomer, su marido recién casado en nupcias tras celebrar su boda durante el matrimonio, le abriera el coche por su lado, o sea. Estaba el servicio a su servicio la mar de bien dispuesto en filas y ella pasó revista y alisó unos rizos a la pinche de cocina, dos solapas de camareros y una cofia de Rosaura Lambert, la ama de llaves de la Hacienda Colomer. Después mandó sacar sus maletas todas, o sea “sin dejar alguna por ahí, como de no saber después dónde buscarla, es un decir para entendernos”. “Y punto pared y aparte, o sea”, añadió antes de resbalar algo, caerse un poco, medio erguirse, reírse sin tragarse el chicle y entrar por la puerta, como a ella le gustaba.

Dos semanas más tarde, Pitarri Pons ya no era ni marquesa ni nada en sí misma. Limpiaba y ordeñaba a Baturra con una sola mano mientras tarareaba alguna de Sinatra. Compartía faenas en la granja con Laurita Doménech, Carola Barbeitio y Casildita Gabadián, las otras ex marquesas de Larameu. Las cuatro habían fracasado en su fiesta de recepción de la alta sociedad de Canet de Mar y habían sido ipso facto divorciadas en su totalidad, o sea, por doña Pompeya Colomer de Llorente, madre de Arturito, que las consideraba como muy impropias a nivel de su hijo, por lo que las degradó a obreras.

El empleo no era malo “para nada en sí mismo”, se decían las cuatro al terminar de limpiar los establos con los collares puestos. A veces decían “qué fuerte, tía”, al derramar mucha lejía por los suelos; vamos, para que se limpiaran las cosas y eso.

Y todo, por unos detalles como muy súper así; o sea, que serían los siguientes: Preguntar muchas veces por su edad a la mujer del gobernador civil, tirar al suelo el tenedor de pescado y, tras los postres, dar grititos al ponerse ciegas de marihuana durante una orgía con el equipo de rugby local, que entrenaba en los jardines de la Hacienda: Las  tres pruebas de fuego que toda marquesa de Larameu debe superar como si nada.