domingo, 12 de octubre de 2008

Microrrelevo 11

que no podrá morder la vida, si no me tiene entre sus labios, es mi consuelo, mi arma secreta.

Tuvo la oportunidad, cuando le encargaron el primer grupo. En ese tren que conducía viajaban sus amigos y muchos de ellos le reconocieron. Pero por más que su estómago me llamó, me quedé en su garganta, junto al grito cobarde que se escondió también.

Más tarde aún pudo hacerlo, cuando él mismo tuvo que abrir la llave de las cámaras de gas y su corazón quiso pararse sin aviso.

No lo hizo entonces y ya no lo volvió a pensar jamás.

Y ahora, sentado en el banquillo, Herr Grossental, el que nunca bebía agua, ha pedido un vaso y movido la boca para que yo por fin me deje triturar entre sus dientes y deje libre el cianuro. No se lo concederé, y le haré soportar la mirada de los que tanto esperaron su vergüenza.