Foto del verano de 2005, en El Rompido
Me encantan los días como estos, agridulces. Incluso no me importa si son más agrios que dulces, porque de esa manera, el dulzor en mi boca se multiplica por el ansia con que lo recibo y el gustazo me cunde mucho más.
Hoy es día de desastre y reflexión por ello mismo. Hay que controlar el desastre para que él no te controle a ti. Es día de agradecer ciertas cosas y a la vez desear que puedas agradecerlas siempre, y que no se termine volviendo algo detestable (el lucero me mira intrigado, extrañado, lo sé). Todo lo bueno encierra un riesgo; el riesgo a la pérdida. Todo lo malo lleva consigo la bondad que la esperanza nos regala.
A veces es sólo una cuestión de tiempo para poder valorar la naturaleza de las cosas. Pienso en mis virtudes, y en ellas no encuentro nada original o fuera de lo común; más bien lo contrario. Pienso en mis defectos y curiosamente compruebo cómo algunos me han salvado de cometer otros aún peores. Con eso me doy por satisfecha. Aunque casi siempre los llevo como un lastre acomodado en el tiempo.
Qué cara me habrá visto hoy ese chico que me ha vendido el libro del filósofo hindú Jiddu Krishnamurti, cuando le leo el apellido, que lo llevaba memorizado en la agenda de mi teléfono móvil, y no conforme con la información, me pide que se lo muestre para poder teclearlo en el ordenador. Y cual es mi sorpresa al oírlo decir bajito:
“Regla en enero, el tres- regla en febrero, el uno- regla en marzo…”
Entonces caigo en la cuenta y tengo que decirle:
“El último dato que aparece en mayúsculas, si no le importa.”
Qué cara me habrá visto de boba. La misma que le he visto yo a él. Al momento nos hemos reído, incluso una hora después hemos vuelto encontrarnos por el centro comercial y nos hemos sonreírnos nuevamente, ya con menos cara de tontos.
Es posible que el desastre de mi agenda, uno de mis mayores defectos, lucero hermoso, que brillas impecable en ese cielo tan, tan ordenado, sea el causante de mi primera sonrisa del día y de la primera mirada de complicidad. Bendito desorden pues.