domingo, 29 de septiembre de 2013

AMANECIENDO JUNTO AL RIO.




Ya sabéis que allá donde vaya mi cámara va conmigo, y através de ella miro el mundo que me rodea. Esta mañana me fuí a buscar las primeras horas del día, ese amanecer cerrado de un día de otoño y ahí están algunas de las fotos. Están hechas desde la orilla del Guadalquivir, en el lado de Coria del Rio. Han sido unas horas muy divertidas, compartidas con una amiga que como a mí, no nos importa madrugar un domingo de otoño. Espero que os gusten tanto como a mí.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Antesdeayer.



Antesdeayer LolaPili Mollares, mi jefa, me pegó con la aljofifa antes de exprimirla y después de haber repasado a fondo el fregadero de los cráneos, según ella “lleno de pringue, sin brillo y oliendo a mondas de langostinos de catorce días”. Asumí el golpe húmedo con gallardía, no retiré la cara porque no me dio tiempo, y en cuanto la miré le dije que en ese mismo momento, ya cerrado el local para las parroquianas, me iba y no me veía el pelo hasta el día siguiente. Me soltó un mugido mezcla de barítono y Marge Simpson lavándose los dientes, pero me vio salir con una dignidad que ya querrían muchos.
Antesdeayer patiné doce metros y veinte centímetros sobre una pastilla de jabón, a velocidad creciente hasta dejar mis pensamientos grabados en la pared del final del pasillo tras un encuentro frontal con mi frente. Ninguno de los gemelos tenía nada que ver, dijeron, pero he abierto expediente. Aquí hay gato encerrado, me dije.
Antesdeayer, cuando pensaba que cenaría acompañado, apareció Matías Pignoriso con la guitarra y en el mismo descansillo del sexto piso donde vivimos, organizó un pequeño fiestorro. Los vecinos, de todas las plantas, le echaban en el sombrerillo algún que otro billete de 200 euros a lo que Matías respondía que él siempre sería igual, que no tenía cambio. Puso a cambio algunas cervecitas frescas y pinchos de tortilla que le había hecho la suegra, y el vecindario, incluidos mi mujer y mis hijos, echaron un rato la mar de entretenido mientras yo, mohíno, liaba y liaba acelgas con mi tenedor en la mesa de la cocina. 
Llevaba tiempo sin ver a Kasklaratis, nuestro gato siasemestre. Echaba de menos sus pelos caídos sobre mis bocadillos de melva, que el muy ladino conseguía comerse casi en su totalidad mientras yo me enjuagaba la boca. No denuncié la desaparición e hice bien, pues fue simplemente una escondida al saber que los gemelos iban tras él para bañarlo. Cuando abrieron el último armario de la casa, el del baño, Kasklaratis salió como una bala desperdigando por la casa todo tipo de productos para el aseo personal, siendo la pastilla de jabón la que llegó más lejos, justo hasta debajo de la suela de mi zapato derecho.
Doña Mambrina Arboleda, clienta de toda la vida, conocida en el barrio como doña Coña por su capacidad de molestar, vino antesdeayer a arreglarse el moño con nosotros. Era mi hora del brunch y no me enteré de que se tiró de los pelos con mi jefa durante las dos horas breves de mi ausencia: cuantito que entré, lógico también, la pagó conmigo, porque no me acordaba de haber dejado temporalmente debajo del fregadero una bolsita con las mondas de unos langostinos que me había comido dos semanas antes.
Matías Pignoriso irrumpió en nuestra comunidad de propietarios como animador. Él, vicepresidente del Banco Central Europeo, dejó el cargo en cuanto vio el muermo que había en nuestras reuniones. No me olvido del día que se trajo unos calzoncillos con encaje que habían sido de su abuelo y se puso a cantar por Sammy Davis. Aquel día me arrebató mi momento de gloria, aunque reconozco que estuvo sublime, con chistes buenísimos en los intermedios, donde aprovechábamos para votar alguna derrama. Yo tenía preparado un solo de flauta, con la música de ”brilla, brilla, linda estrella…”, etc. y le cogí celos. Por eso, cuando aparece con la guitarra llamando a las puertas de los vecinos, yo no salgo. Ya se me pasará, me dicen mi mujer y los niños, mientras, como antesdeayer, salen corriendo a verle bailar y cantar.

martes, 24 de septiembre de 2013

Ayer.



Ayer, sin duda, amé a mi mujer y a mis hijos. A mi prima Lali no.
Ayer, en mi trabajo, rellené los formularios de solicitud de recorte y peinado de cejas para las petardas –pero simpaticotas- de doña Cloti Madora, doña Carmen Sajera y doña Fuencisla Balear. A doña Panegiria, aunque es vecina, no. Y se quedó pobladísima de arcos supraoculares porque a mí me dio la gana, que no oculto nada ni siento vergüenza o remordimiento de labios por lo que hice. Ahí queda eso.
Ayer, cuando desayunaba, tiré hacia atrás el papel de aluminio del bocadillo hecho una esfera casi perfecta y cayó dentro de un té con leche en taza grande que se tomaba el concejal Perioles Mollult de Manglades Porreset, un desagradable. La salpicadura fue demasiado democrática para mi gusto, pues incluyó las gafas del citado concejal, el busto prominente de su secretaria bajita, Roserinalda Shafautinha dos Maceiros, una lagarta pequeña. O lagartija. O como recoño se diga, y la manga de Yordi Parrauviña, el mejor camarero, dueño y único empleado del bar. Yo habría querido un reparto exclusivo para la camisa blanca del Perioles, pero la vida, si te lo da, no te da lo que te da cuando lo pides. Ella se organiza y tú a esperar a que te toque.
Ayer, lo recuerdo bien, mi prima Lali me quiso hacer un molde de la cara con la masa de una pizza y mis hijos y mi mujer, rápidos y ágiles, la pararon en seco y le pusieron la peluca al revés, por ser reversible, para que saliera a la calle con estilo rubiplatinputona en vez de viuda morena afligida. “¡Ale, a hacerle la puñeta a otro primo!”, le decían los gemelos, Prescott y Pratchet, que me quieren con locura. Mi mujer se encargó de darle la última patadita en los riñones para que se animara a bajar la escalera de un tirón. Y son seis pisos.
Ayer, en la pelumanicurestetimasajismería donde trabajo, entraron cuatro clientas de toda la vida con el mismo número premiado en las tres últimas. Gritaban como chiquillas. Tres de las cuatro, que son de ley, venían con cafelitos y croisantes recién hechos, para compartir su felicidad colectiva. La cuarta, doña Panegiria, que la llamamos Kruschev,  no puso ni un céntimo para convidar. Alquila cuartos en su pensión y  cobra una pensión, pero se agarra a una moneda de 0,5€ y la tienen que separar los geos, siempre y cuando haya recibido antes, en la otra mano, el bollo de pan y el cambio.
Las calles del barrio están tan mal que no pueden caer más bajo, de pisoteadas que están. Se lo dijimos al concejal de urbanismo, el tal Mollult, que se comprometió a traer en su Ferrari los sacos de arena y cemento suficientes como para tapar los baches y la boca a los del FMI. Al ver que han pasado ocho legislaturas sin solución por parte del edil, en los últimos años he tratado de perjudicarle lo más posible la vida. Mi trabajo me ha costado el cálculo parabólico de una esfera de aluminio prensado, de unos 150 gramos de peso y alrededor de diez centímetros de diámetro. Ayer, por fin lo conseguí.
Un gran día, el de ayer.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Notas (1).


Notas en Re.


Rebaño.
Como un bloque, en silencio, sin una sola opinión individual en contra, la población de Pellehosek, en noviembre de 1991 se dio un segundo lavado después del de marzo, el que SÍ le tocaba. Por otro lado, todos mojaron pan en la salsa del guiso.

Recorrido.
Geselmerk Adodeabast, uno de los más antiguos habitantes de Pellehosek, dijo tener un segundo orgasmo, también en el infausto año de 1991. Pidió disculpas por el embuste y tan amigos. Después, sin que se lo pidiera nadie, cantó de nuevo una típica canción mejicana en el karaoke.

Remachado.
El más varonil de los habitantes de Pellehosek fue capaz de repetir dos veces sin equivocarse los mejores poemas de uno de los grandes de la española generación del 98.

Rematado.
El ataúd de Adropingo Leada, una vez enterrado en el cementerio de Pellehosek, debio ser exhumado para clavar mucho mejor los clavos de la parte de arriba. A Adropingo, que protestó por la molestia, le pegaron otros quince tiros.

Remolido.
Un granjero de Pellehosek, Altamir Atúpordond, tomó una segunda taza de café de un grano “demasiado fino” tras pasar por segunda vez por el molinillo y acabó cansado del todo. Por supuesto, esto sucedió en 1991.

Revelado.
Tras observar el revelado de una antigua foto del alcalde de Pellehosek, Mornak Tarina, ésta reveló que en 1991 el mandatario sisó dinero público para dos velas de su barco y dos velos ligeros para la cara de su mujer, mientras el pueblo estaba a dos velas.

Reverdecer.
El viejo verde Augusto Ledano, patriarca de Pellehosek, decía cada año cosas más picaronas al pasar las muchachas por delante de su puerta, renovándose. En el año 1991, una mujer lo puso verde en dos ocasiones.

Revista.
En el teatro de Pellehosek, si no había función musical con muslos de vedettes, se leían en el ambigú las vidas de las vedettes una y otra vez, a color.


sábado, 14 de septiembre de 2013

Viaje por África.

Después de un rápido viaje por África...antes de comer y después de desayunar esta mañana, ahí os dejo documento gráfico de tan "veloz" paseo. ¡¡Va por vosotros!!








miércoles, 11 de septiembre de 2013

Grandes entrevistas de la Historia (7).


Atila, el huno.

¡Borromblof!, ¡zapatatoporróm!  Y ahí lo tenemos: humo de huno.
Aparece por la ventana del primero entresuelo Atila, el huno, y tira doce macetas repletitas de hierbas,  grama y césped de la mejor calidad.
El presentador, que se ha pasado medio invierno regando lo tirado con un cuentagotas de a milímetro cúbico, se dice que no ha acertado con su invitado de ultratumbona. La piedra que le ha tirado a la cabeza ha fallado y ha destrozado los dos maceteros que quedaban en el alféizar.
-Mala suerte, mojamielda, y buenas noches mijito, –dice el Atila al sentarse en un chaise longue y cogiendo una revista de deportes.
-Maldigo tus empeines, de uno en uno, huno. Aunque sean dos. Y buenas noches –replica el presentador.
-Pues aquí estoy tan ricamente, chupamondas, -dice el terrible, con una sonrisa quedona, mirando a tres azafatas al mismo tiempo, a lo grande, las cuales han puesto en su casco los números de teléfono, móvil y como hallarlas prontito en el facebook.
El presentador, algo desplazado, consigue un asiento en segunda fila del plató, desde el que intenta mantener su estatus. No consigue que el invitado le oiga entre el griterío de las féminas que se le echan encima y que el caballo de Atila se ha comido kilo y medio de cables de alta generación, dos bombillas y medio altavoz de los graves. De los más caros.
El productor acierta a pasar por el estudio y tarda en salir lo que se tarda en decir “esto lo pagas tú, mocotierno, vaya que sí”.
Atila rehúsa una tila señalando al que sí la pidió, el presentador, que se la inyecta en vena. “tranquilo, Sisebuto José, que esto tiene que tener arreglo”, se dice el considerado como sucesor directo del gran gurú de las entrevistas, el majestuoso Komostasami Gomío.
El barullo crece. El presentador tarda lo justo en enseñar al caballo a comerse sólo lo baratito de la productora, y le da sombreros y bolsos que no serán echados de menos. Se siente por un momento pre-parado y se lanza como un nadador encima de la montaña de hembras que asedian al Atila en determinados grados de exigencia, según el huno va dando turnos a hunas y otras.
Deshaciéndose de varios pares de sostenes y algún refajo anterior a 1964, el presentador consigue acercar el micrófono al Atila, que vacila tanto como un bantú emitiendo bonos del BCE al descuento. Pero el presentador es terco y consigue, cuando lo dejan caer al suelo a bulto, una posición de privilegio, preguntadora y directa.
-Pero bueno, ¿sigue usted metido en arena, en este caso harena, ein?
La pregunta es de compadreo, para que quede bien ante los millones de espectadores que presentan la entrevista en directo. Pero surge una valiente, que se va directa al cinturón del bárbaro, se lo guarda como recuerdo y se tira al pantaloncito de nutria que traía el Atila. Es de las peleonas y consigue, por fin, presenciar en directo el teórico epicentro de la furia bárbaroatiliana.
El resultado no pasa de un término medio albaceteño sin grandes trolas. Poco a poco se apaga el griterío y se hace un silencio en el que el caballo, de lo más sensato del grupo, recoge el pantaloncito y se lo echa por encima a su jinete, que, en palabras más o menos entrecortadas, parece que se disculpa mientras se aleja.
Antes de perder la tarde, otra fiera de entre la ingente cantidad de gente que había, se percata de que se ha rozado sin poderlo evitar durante dos minutos con el presentador.
-Tú, becario, ojito con el micrófono, -le dice pasando del enfado al interés, al observar que el micrófono último lo va masticando el caballo mientras se esfuma sin pena ni gloria con su guerrero venido a menos.
Se hace otro silencio. El presentador se ve venir una marea que le marea. Ve que no puede controlar el timón y se dice que bueno, que por lo menos no habrá perdido el día. Además, al ver crecer el murmullo en cuanto a valoración, se crece en todas las direcciones. Cosas del oficio.
Al fondo, un tenue blublublushshsh acompaña a la desaparición del teórico fiera, al que no hace caso nadie. De hecho, deja un par de cartuchos de monedas de oro como prenda para todo lo que ha roto y el césped –eso sí- que habrá que volver a sembrar. Poco más.

Grandes entrevistas de la Historia (6).


Frankestein.

-… nasnoches a todas y todos ustedes, tenemos aquí mismo al lado a don Frankenstesteinenten; osú, me he liado.
-Tranquilo, pichilla, llámame Paco.
-Pues eso, que ha venido a vernos Paco el mecano, el apiezas, el recosío, el puzzletón, el rey del recambio…
-Ver si te vas a pasar de rosca y te endiño el primer zapatazo, que yo he venido sin cobrar, lo que no tiene por qué pasarte a ti. Mira el doble sentido y cálmate, locutor, que te va a dar una alfiaxilaxis escorbutante.
-Como si hubierésemos recomenzado, don Frank, ¿cómo se encuentra usted?
-Es una pregunta ambivaloide que pienso contestar en un sentido apotafónico: La respuesta es “buscándome bien”.
-¿Lo cualo?
-Pues porque a mi padre, el montador de mi cuerpo y todo este chiringo, le da por ir dejando las cosas por toda la casa y ahí voy yo detrás, recogiendo trocitos de este cuerpo serrano. Como ve, la contestación distaba muchísimo de ser una vacilada ministerial. A partir de ahora, ambos podemos reconducir esta entrevista a unos niveles algo menos soplabollas.
-Bien está lo que bien se rectifica, decía mi abuela Jopsabeba.
-Pues venga.
-Cuénteme cómo le afectan enfermedades de esas propagables, tipo sarampión.
-Pues pago por adelantado y me inoculo, es trivial, so preperiodista.
-Ha tergiversado usted una o por una e, listillo desmontable.
-Mi padre me ha dicho hoy mismito que anda falto de páncreas para el verano que viene. Tú verás si modificas el tonillo de la entrevista o suben hoy como la espuma las acciones de Insulinne Pinchon, S. A.
-Rehago mi pregunta. ¿Se le transmiten, contagian o saltan de un órgano a otro los bichos víricos o bacterianos? ¿O la disociación preexistente en su composición muscular y orgánica le supone un cortafuegos a la hora de su curación?
-No, no se moleste usted. Ha sido una cabezadita. ¿seguimos?
-Que qué le pasa si un hombro coge un hongo. ¿le llega al pie?
-La verdad sea dicha, mi padre y mecánico se ocupa de cualquier incidencia de este tipo cortando por lo sano. Literalmente.
-¿Su cerebro es fijo? ¿Es usted siempre el mismo? ¿Ha cambiado de equipo de fútbol?
-La mejor pregunta tríptica que me han hecho desde que vengo a las tertulias, allá por el milchocientos y pico. Soy el mismo en mí, es decir me reconozco. Quizá mi programador me reimplante las misma ideas del día anterior, aunque haga trampa al poner también las soluciones de los problemas no resueltos. En cuanto ar Beti, no se me le ocurra volver a preguntar algo tan inductor al bofetón directo.
-¿Cómo iba a figurarme yo? ¡A mis brazos, verdolaga! Pero sigamos, como dos profesionales. Y de novietas, ¿cómo andamos?
- Más de un entusiasmo me ha derivado a la rotura con las féminas que me ha provisto mi padre. No doy más detalles. Las prefiero íntegras, de una pieza. Alguna se ha llevado algún recuerdo, pero es normal. Tampoco doy más detalles.
-Finalmente, ¿alguna mejora prevista?
-Estamos trabajando en imitar a las mujeres. He llegado, de momento, a pasear al perro, lograr que no me muerda, y bajar la basura. Son casi tres cosas a la vez, algo muy femenino, lo que supondría un gran paso en la evolución del sacar adelante a los hijos poco a poco, como es mi caso.
-¿Galas de verano, quizá?
-Supone dejarse la piel aquí y allá, no siempre recuperarse,… en fin quizá algunos bolos, pero en quirófanos reducidos, entre amigos.
-Cuídese de los accidentes, no sea que tengan que dar parte de usted.
-Sí, sí que le comprendo. Tanto que si me hubieran cosido bien la tibia derecha le daba yo a usted un golpe franco, con franqueza. Y directo. Y en directo.
-Ánimo y hasta otra, que llegas tarde.
Amigos, les dejamos con la película “Hecho pedazos en Ginebra a pedazos de ginebra”[1].
Hasta la próxima.


[1] Pedazo: Borrachera, pedo descomunal. Una gracia del autor, que identifica, en su sabiduría, “trozo o parte” con el superlativo de “pedo” o cogorza. Les pedimos sinceras disculpas.

Grandes entrevistas de la Historia (5).


Dexter Morgan.

Aparece el forense joven. Trae bolsas de basura que pone junto a la silla. Dice que le gusta sacarla tarde, no como aquella vecina a la que al final hizo partícipe de su opinión y parte de su negocio.
–Buenas tardes y siéntese lo más lejos de mi butacón, Don Dexter. ¿Qué tal la Bahía, en el fondo?
–El fondo, gracias a mi contribución, está a metro y medio. Cuando llegué era una mijita más profundo aquello.
–Cuente usted cómo elige a los participantes en sus lecciones individuales de anatomía.
–Primero los veo desde lejos, pregunto luego a los guionistas y, si me dicen que sí, me voy a por ellos, los pincho inyectándole desmayidinol y, una vez desmoronados, los acuesto, no se me vayan a dar un mal golpe y las pasen moradas.
–¿Puede mostrar sus ciento quince cuchillos al público? Basta con esa distancia, gracias. ¿Cuál es su favorito?
–Este que ve usted, de cuarenta y cuatro centímetros de hoja y mango de durestileno, va conmigo a todas partes. Se llama Poreto y tiene en su haber que corta por lo sano: no alarga una discusión ni un minuto más de lo necesario.
–Durante las charlas ¿permite tomar apuntes a sus víctimas/oyentes?
–No si no han pagado la matrícula.
–¿Les hace una analítica previa?
–Hasta yo, que estoy majareta, me he quedado pensando que es usted tontito después de esta pregunta.
–¿Es usted pelirrojo por exigencias del guión o es que está hasta el pelo de tanto salpicar?
–Como era de esperar, me remito a la respuesta de la pregunta anterior.
Se oye el inconfundible ruido que hace un cuchillo al deslizarse sobre un afilador.
–Dígame, señor Mexter Dorgan –dice temblón el locutor– ¿quedará alguien vivo en la comisaría para poder trincarle al final de las ocho temporadas previstas?
–Lo dejaremos grabado, ¿no? El que venga detrás que arree.
–Sigo pensando en su hermana. Cada vez que intenta pasar un ratito horizontal y agradable con alguien, ese alguien se le muere, hiere, rompe, huye o recibe un balazo a eso de la mitad del episodio. ¿Tiene usted ganas de tralará con ella, dado que no es hermana suya biológica?
–Ahí estamos, chavalito. ¿O es que está usted pensando en quedar con ella para tomar un copetín y después plantearle algún repaso pret a porter?
–Guarde, guarde usted la chatarra, no se le vaya a oxidar con la humedad del plató. Pierda usted cuidado, señor Gexmer Dortan, que tengo novia formal.
–Me va a disculpar usted, joven becario sesentón: me tengo que ir. Aquí llevo bolsas con autocierre, pero no se sabe nunca cuando se te abren por debajo y dejas perdidas las escaleras y, al día siguiente, por protestar, me tengo que poner a hablar uno por uno, por partes, con todo el vecindario.
–Será aparte, digo yo.
–Yo me entiendo.
–Pues perdone que no me levante para despedirle, Mertex Gorman. Ha sido un mirarle a la cara y resolverme en mi asiento. Ea, vaya usted lejos. A ver si otro día le entrevistamos cuando haga usted del abuelito de Heidi.
-Taluego.
Despedimos la conexión. Sú chiquillo.

Grandes entrevistas de la Historia (4).


Julio César.

¡Riguassh! Y después ¡Blop!
Se personifica en directo el espíritu de don Julio, en pleno agosto. Seguido de un ¡plancaplannnnk!: se ha traído su escudo, su casco y su espada corta, que corta como un bisturí. De ahí que venga chupándose el dedo.
-Eh, Juanpelón, usted, el del reportaje, aclare más lo del dedo, que no soy Tontus.
-No, si ya está bien, don Julio. Callo.
-Es al revés. Es Cayo Julio.
-Pues sí que estamos bien. Póngase el pinganillo en la oreja, para que se le oiga bien. Y no se preocupe, que tenemos a un alumno que todavía estudia latín y hará, en caso necesario, la traducción simultánea.
(Aparte)
-Carlos Hipólito, llévate la quincalla de nuestro invitado de hoy, y a ver que no te den menos de cincuenta euros por todo, que es de metal bueno.
-¿Está usted a gustito, César?
–Estoy Augustito César, que viene a ser igual. Espere, que le pongo los pies sin sandalias en la mesa, junto a su vaso de agua y estoy ya como en mi domus[1].
-Primera pregunta. ¿Qué tiene la ensalada César que sale tanto en sitios tan dispares como una pizzería o un after hours?
-He venido después de chillarme con Hades; he dado explicaciones al mismo Zeus y por escrito para poder salir del Ultrabujero. Y me encuentro con el soplamollas del pueblo. ¡Mala sssuerte, joén!
-Pues a mí me gusta como entrante. A continuación, para ilustrar el relato de su vida, expondremos una película sobre su vida protagonizada por Woody Allen. Le ruego que comente el rigor histórico de la misma mientras resume los puntos más importantes de su trayectoria como mandatario, filósofo, religioso y militar.
-Aquí, en la escena donde mi mujer me lleva en brazos al tálamo debido a la diferencia de peso entre los protagonistas, ya se puede ver que llevo laurel. En eso el film es riguroso y no repara en atrezzo. Aunque la marca de los calzones es la misma que la que lleva Clint Eastwood en “Sargento de Hierro”.
-Brillante. En esta otra, en cambio, le veo desmejorado, como pálido.
-Ahí me coge usted en mal momento. No sé qué manía le tengo al verde, pero manía, lo que hizo que, a pesar de la discusión a grito pelado con mi esposa, eligiera un rojo sangre pasión para la túnica de ir a trabajar al Senado. Y además el paño, oiga, un tacto rasposo, mientras que la lana virgen tono aceituna que quería escoger mi mujer lava que da gusto y me hace mucho más delgado.
–Y usted erre que erre.
–Talmente. Y ahora, con el paso de los siglos y haciendo reflexión endomoméntica de verdad se lo digo: arrepentido estoy.
–Supongo que, para colmo y como mínimo, su mujer le diría ceporro, pollino, obtuso, cenutrio y cara pera. Además de bruto.
–Ahí justo empezó la bronca, porque el niñato, el propio Bruto, que estaba presente, se dio por aludido. Aparte, para compensar, mi mujer le hizo a mi sobrino en público un par de piropos por cómo le sentaba la túnica verde hoja, que con sus veintitantos y recién planchada, me subieron la sangre.
–Y tanto, pero después, entre todos, le dieron un bajón. Dicen que no quedó ni para calcularle el RH para darle de baja en Recursos Humanos.
–Más bien fue un bajonazo detrás de otro. Yo venga a darles la razón y ellos pinchándome. Y la túnica, un dineral, hecha jirones. Desde aquel día, unos vaqueros y una camisetita.
–Y de sus batallas, sus leyes, su dictadura, su tiempo de sacerdote…
–Le gané a Pompeyo, con toda su Pompa. Hice un triduo antes incluyendo a Craso, pero me salieron ranas y tuve que afeitarlos en seco. Y al Astérix, tanto cuento, tanto tonteo, le di una buena felpa en Alesia.
–Vendió usted esclavos, me han dicho. Y que así ganó mucho dinero…
–¿Me devuelve usted mi espada corta? ¡Corta ya!
–Mejor le voy a presentar al próximo invitado de nuestro programa. Se llama Dexter Morgan y mire qué colección de hojas trae bajo el brazo. Y no trae ni un solo libro.
–Glabs. Hasta otra, muy buenas.

Riguashh. Y luego ¡blop!





[1] Casa.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Paseando por las Salinas de Sanlúcar








     ¡Hola amigos de Paraleernos!, ya sabéis de mi pasión por la fotografía y de conocer lugares y rincones de esta preciosa tierra nuestra ;fruto de ella son estas fotos realizadas ayer en las Salinas de Sanlúcar de Barrameda. 
     Disfrutad de ellas como yo disfruté haciéndolas.

martes, 3 de septiembre de 2013

Rosa y tiempo.

Ahí os dejo esta foto a la que le tengo mucho, mucho cariño. Espero que disfrutéis de ella y del poema de Miguel Hernández.