jueves, 30 de abril de 2009

LA ENRRAMADA

Pajarillo que cantas
en la enrramada
con tu trinar alegre
al despuntarel alba.
Vuelas de un sitio a otro
picoteando,
contento y bullicioso,
siempre cantando.
Buscas el alimento
para tus crías
aqu el grano de trigo
allí la hierbecilla
insectos y gusanos
todo lo recopilas
y contento en el nido
lo depositas,
te esfuerzas y desvelas
para que a tus hijuelos
no les falte comida
para que crezcan fuertes
y hagan frente a la vida.
Cuando sean mayores
y el nido dejar puedan
levantarán el vuelo
y se irán a otras tierras,
te quedarás mirando
como de ti se alejan
más aunque ver su marcha
un poco te entristezca.
No le cortes las alas
por un momento piensa
que lo que hoy hacen ellos
es lo que ayer tú hicieras
piensa que es ley de vida
es la eterna cadena.

Paquita Ortiz Navarrete

30 -4-2009

lunes, 27 de abril de 2009

GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA (XI).

Batalla de al aire en el Principado.

 

Parece que, dos meses después de aquello, los papeles siguen sin desclasificarse. Otros dicen que perdieron los papeles. Yo cuento lo que oí. Y achaco lo ocurrido a cosas que pasan.

Tota Minguez es terrateniente desde que compró sus dos primeras macetas. Ella lleva en la sangre las fiestas al aire libre y cultivar sin ayuda yerbajos y comérselos después, también sin ayuda. Pero el año pasado sembró alubias por primera vez y obtuvo una cosecha de doce toneladas de las grandes. Por teléfono, carta y a algunos a gritos (los que vivimos en la parcela de al lado) nos invitó a una comilona.

Al llegar, como yo soy más de guardar las apariencias, no me eché a llorar como mi sobrino Perico al ver las cuatro ollas de cien litros hirviendo al fuego. Sequé delicadamente sus ojos con una fregona y lo senté con los chiquillos de su edad, entre cuarenta y cuarenta y tantos, que no querían jugar antes de comer.

A la hora del almuerzo, se nos advirtió de lo feo que está dejar comida en el plato. Más bien, con la firma de documento ante notario, se nos obligó un poquillo a un lametón donde no llegara la cuchara. Una vez concluido, Tota llevó a cada uno, renqueando, hacia una hamaca con una pegatina con su nombre y allí lo dejó.

Esa operación terminó a las cinco y cuarto.

El primer trueno, trombón de aviso que nadie quiso oír, fue a las cinco cuarenta y cinco. Se consideró apócrifo tras ver el cielo despejado. Tenía que ser, o casi seguro, de origen humilde, porque muchos juraban que provenía de la zona de los que cuidan las vacas de Marcial Mendrado, uno que viene poco a la finca.

La respuesta no se hizo esperar. Y fue en supermegaestéreo, como un fuego cruzado, con matices barítonos en progresión al agudo, pero partiendo de un estilo antiguo, permanente –sostenido- en su vibrante final de pandereta de piel nueva.

El siguiente paso ya fue coral, de increscenda puesta en marcha. Si algo hay que agradecer siempre en estos casos, es la protección de la comprensión del grupo, que ayuda y promueve la descompresión que nos angustia. Ahí, para el que goza de un oído atento, se mezclaron tonos altísimos, de efecto ráfaga, con otros toques trompeteros y alguno de corneta, para la partitura del aire libre que acogía al que poco antes no tenía libertad.

Tota no se amilanó. Con la excusa de recoger flores, hizo una docena de flexiones muy oportunas y, mirando a la cara a sus invitados, consiguió que el anemómetro de su casa –un regalo del Instituto Nacional de Meteorología- diera vueltas con extraordinaria velocidad.

Pocas veces se ha visto una respuesta tan inmediata y eficaz como esa con la que la anfitriona contestó a las primeras acometidas.

No se contaba con los gases nobles que un antiguo barón asturiano atrincherado podría aportar, enriqueciendo con fanfarria la sonoridad de la batalla. Pero Tota sabía cómo no desairar a todo el espectro social y en cuclillas recogió un par de sonoras flores para el conde, tras una graciosa reverencia.

A eso del atardecer, la mucho más que noble Tota apareció por el umbral con una bandeja de vasos llenos de infusiones de anís con el que, junto a una banderita blanca bordada a mano, presentó la propuesta de armisticio.

Llegamos a un acuerdo.

Cuando el sol se iba, soltamos un centenar de globos.

sábado, 25 de abril de 2009

JUEGO DE NIÑOS

Jugaban los niños
en la plazoleta,
en tanto las madres
hacían calceta.
Jugaban, jugaban,
con algarabía,
al toro, a pídola,
y alegres reían.
Las niñas, aparte,
también se agrupaban;
unas con el tejo,
las otras saltaban.
Luego, todas juntas,
al corro cantaban.
Yo soy la viudita
del conde laurel,
que quiero casarme
no encuentro con quien.
En tan bello marco
de sana alegría,
se hallaba una niña
que no sonreía.
Con los ojos tristes
a todas miraba,
pero de los juegos
no participaba.
-Niña ¿qué te pasa
que tan sola estás?
Anda, ve con ellas
y ponte a jugar.
-¡Es que me han echado¡
pues no sé saltar,
y en el tejo pierdo
sólo hago estorbar.
Al único juego
que todas me invitan
es para el llamado
de la gallinita
y a la vez coinciden
que tengo que ser
la que el pañuelito
me debo poner.
Por eso prefiero
mirar y mirar
antes que mis ojos
dejarme tapar.

jueves, 23 de abril de 2009

HOY ES EL DÍA DEL LIBRO



A todos mis compañeros y a quienes pasan por aquí, os deseo un feliz Día del Libro. Me gustaría compartir con vosotros dos títulos en este día. Por un lado, el libro que me ha regalado mi amiga, tal como acostumbramos a hacer desde hace varios años ya: El blog del inquisidor, de Lorenzo Silva.
Y por otro lado, el que yo le he regalado a ella: El canalla sentimental, de Jaime Bayly. Cuando los lea (porque ambas leeremos los dos), os comentaré qué tal me parecieron.
¡Un beso y a leer, que son dos días!

GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA (X).

Batalla de la pescadería de San Severiano.

 

Desde que yo recuerdo, y una tiene en la mente grabada muchas cosas, las discusiones entre Tatiana Mendiluce, alias Berejeni, y su vecina Isaskia Vallejo, la Pipafloja, las dos pescaderas del mercado central, siempre se han llevado mal.

Al entrar, de madrugada y limpias como el oro, definiendo la asepsia hospitalaria en cada paso, se saludaban con un golpe plano de acedía como sustituto del guantazo.

Pero, hombre tenía que ser, llegó el miércoles pasado un noruego al mercado y dijo que entendía de pescado, que venía con una furgoneta llena y que quería el mejor material para invitar a su familia, que venían a verle para celebrar un cambio de dentadura (eso creímos entender). Hablaba a gestos y miradas, iba del puesto de Tati al de Isaskia, no se decidía, cogía algo y lo soltaba, comparaba… llegó a intercambiar un pulpo que estaba en plena faena con una calamara. Un desastre.

Salieron las dos con los brazos en jarras. Agarraron cada una por un brazo al noruego.

-Yo inosenten, las prometo por fiordos.

No hubo forma de parar la tangana. El noruego salió disparado. No era tan tonto.

Los primeros momentos de cualquier batalla indican la estrategia, la colocación, la idea básica. Pero si se enfrentan dos enemigos muy conocidos, hay que improvisar desde el principio.

Tati optó por colocarse de un salto detrás de Isaskia e introducirle gambas peladas sin descongelar por la espalda.

-¡Arehorihayayayayiiiiiiiiihijalagramp…! –dijo exactamente, que yo estaba allí y puedo certificarlo.

Isaskia contaba con el rencor del pulpo interruptus y éste, con breves instrucciones, consiguió subir por los holgados pantalones de Tati.

-¡Ohohoihohohoi, ehtoqué é, ehtoqué é, pero qué eeeeeeee, cashocabríiiii! –dijo.

Allí las dejé, zambullidas entre los chocos y un atún que no había terminado de morirse y quería su propio espacio, una cosa como el de ver la tele en tu sillón.

El jueves volví al mercado.

El marcador señalaba seis golpes de lenguados a cinco a favor de la abuela de Tatiana contra la madrina de Isaskia. Según me contaba mi prima Yeroleraida, las dueñas de los puestos se tuvieron que ir a un bautizo y dejaron a las familiares que siguieran la refriega.

Me dio por preguntar el precio de los jureles y estoy en el hospital intentando que me saquen una cáscara de ostra de la nariz.

No sé qué pasaría el viernes.

OFERTA DE HONOR.

El instructor de guerra del joven conde Arana levantó la espada una vez más. Tras dos horas de esfuerzo metido en la nieve hasta las rodillas, presentaba la posición de guardia de la esgrima, con una hoja que pesaba tres veces más que cualquier espada. El discípulo se levantó tras su última caída y con él también su espada y el escudo. Entonces el maestro dio la orden de regresar al castillo.

Doña Inés de Saltera, viuda de Guillén, el  tercer conde de Arana, veía pasar a sus aposentos a su hijo, medio muerto de frío y cansancio tras la instrucción para la guerra. A pesar de ser unos tiempos de paz, el entrenamiento era espartano. Y diario.

Eran tiempos en que el honor era pretexto suficiente para pelear. Bastaba decirse insultado para cruzar con un guante la cara de un caballero y desafiarle. Después se inventarían las razones, mucho después de establecer el premio para el vencedor.

-Yo tengo lo que deseáis, -dijo el joven conde al noble Tomás de Laredo, quien se había levantado para gritarle en medio de un banquete y retarle a muerte-. Decidme qué puedo ganar yo si os ganara.

-Mi hacienda y mi título, -respondió Tomás.

-Entonces, cambiad de castillo, -intercedió doña Inés en medio del silencio de la reunión, dejando boquiabiertos a todos los presentes-. Y demostrad que sois digno de ser mi amante sin matar a nadie. Mi hijo, al mismo tiempo, desposará a vuestra hija y las dos casas se llenarán de vida en lugar de hacerlo de muerte. Una oferta de honor.

Doña Inés era una mujer hermosa, de ojos negros centelleantes y un cuerpo deseado por los hombres tras mirarla una sola vez. Y de las que no bajaban la mirada.

En silencio, con una sonrisa de desprecio, Tomás de Laredo se levantó de la mesa y recibió su espada de su escudero para avanzar hacia el centro del enorme salón. El conde Arana no vaciló y fue a su encuentro.

El ruido del primer choque de las espadas oscureció el tañido de la campana de la torre del castillo, que avisaba del cierre de las puertas para la noche.

Tomás de Laredo, sin levantar la vista del suelo, se arrodilló y dejó caer la media espada que aún agarraba con la mano.

Enfrente, Doña Inés de Saltera, mucho más rápida en la esgrima que su hijo, le levantaba la barbilla con su hoja tras romper por la mitad la espada del de Laredo. Quería mirarle a la cara antes de cortarle la cabeza.

Pero no lo hizo.

Dirigiéndose a todos los nobles allí reunidos, se cogió del brazo de su hijo y se retiró a sus aposentos. Era tarde y los dos, el aprendiz y la instructora de guerra se levantaban al alba para ejercitarse. Caminaban con las espadas en alto.

lunes, 20 de abril de 2009

GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA (IX).

Batalla de la Paz.

 

Celebrada en el lago Leada, en pleno centro de la capital de Bolivia, tiene la virtud para los investigadores de ser la primera con propuesta de intermedio para comer, en el que se repartirían refrescos y bocadillos.

Llevados los coches de las bombas por caminos abruptos, al ejército A, muy revolucionario, se le cayeron dos cajas de petardos por el camino que nadie se bajó a recoger en un error calificado como histórico. En su haber, diremos que el uniforme, blanco con media manga, medias negras, gorra de plato y pelo recogido, provocó aplausos en el ejército B, que por su parte hizo furor en el público nada más dejar ver su pantaloncito corto caqui, gorritos flexibles de pescador maduro, tres trenzas y gafas de sol. Mucho más pret a porter sin duda.

El árbitro tiró la moneda al agua y bajó la cabeza, azorado. A los dados ganó el jefe de los A y empezaban los suyos.

La batalla era mixta. El primer torpedo, de aviso para que se fueran colocando, lo tiró el comandante Flavio Hortensio Macarandeido. Él quería salpicar al almirante Walter Wonder Wells, alias el Internet, que buscó –y halló pronto- unos pantalones de recambio.

La respuesta, aérea, sorprendió. Del portaaviones de fabricación soviética Llevomoskas partió el legendario kamikaze Chokokontó que se fue de cabeza al mueble de la vajilla de los otros. Un desastre. Aquella noche, y el resto del mes, cenas en platos y vasos de plástico.

El contraataque, de manual. El comandante echó al agua dos millones de buceadores que, con la mano libre –la otra para taparse la nariz-  quitaron los tapones de cinco destructores. Desesperados, se puso en marcha la operación “Cúbica”, a base de fregonas y bayetas, achicando agua en plan bestia. Desde el condecorado almirante hasta el último marinerito.

En el paroxismo de la batalla, el segundo árbitro que dice que se tiene que ir. Que su Elena está de parto y que él le prometió estar con ella. Sin más, y lo dice el reglamento, el juez principal pitó descanso y sirvió una comida, desde mi punto de vista (y lo mismo para todos los que estábamos allí), muy alta en calorías.

Y ya después de la sobremesa, cerca de las cinco y media, sin las dos horas de la digestión, se echó la noche encima.

El administrativo, con el acta preparada, no quería saber nada.

Allí las camas estaban sin hacer, no se había preparado cena y las madres llamaban sin parar, poniendo loca la cabeza a la niña de la centralita.

-Yo firmaba el empate, -dijo socarrón el administrativo.

Así fue. Un apretón de manos y todos para casa.

En el autobús de vuelta, la mayoría con su walkman y cansados, no se veía la alegría del principio de las excursiones.

Bodas (I).

Mediodía.

-Stamo paselebrá ¿Quiere que sí, ooouuuuaaeeehboda y eso, tú? ¡she, tú!

-Pssséeeah, quesí, fijo.

-¿Y tú, tamién?

-Síi, massomeno, ¿no?

-Yo os declaro y toeso…

-¿Alguien quiere tarta o argo?

-Yo… bueno, algo. Una cucharaíta.

Ruido de latas y coche, clanc, clanc. Una sola lata. Una lata.

-Adió, adió niñoh; ser felí. Lo má. O argo.

Por la noche. En el hotel.

-Mete los carsetine en una bota, que despué los barren.

-Sí, ya ¿Ta cansá? Yostoi que me caigo de tordía.

-Queseyó, sí, sssomenos.

-Tamañana, nos vemo y eso. ¿Vasito dagua?

-Bien, bueno. Apaga la lú der vate.

-Sapagasola. Shatepallá.

Bostezooooouaahhh.

La pasión desmedida, el desenfreno y el desmadre han sido y son características comunes que hacen inconfundible cualquier boda celebrada en Canadá. Baste el ejemplo anterior en la que fui testigo de mi propia boda. Que no me lo ha contado nadie. Una pasada.

jueves, 16 de abril de 2009

DESPEDIDA DE SOLTEROS.

Jennifer Tilidad odiaba esas reuniones. Pero, después de escuchar lo que había pasado en otras anteriores, se echó el abrigo por encima, pidió un taxi y apareció justo en el momento más oportuno: Su novio, Bartolomé Jordel Mundo, estaba a punto de ser despedido por no haberse casado tras dos años de trabajar en la empresa, según la cláusula dos de su contrato. El jefazo de personal, en cuanto vio firmados los cursillos prematrimoniales y la fecha de reserva en la Iglesia de Santa Bique, el mes siguiente, rompió el expediente de regulación de empleo.

miércoles, 15 de abril de 2009

ILUSIONES


Te veo cada mañana. Creo que desde hace ya un año. Ha sido tu presencia frente a mí, en este vagón de cercanías, de lunes a sábado, una alegría constante que ha ido hilando mis días, uno con otro, hasta poder decir que tú, un desconocido, le das sentido a mi vida.

Siempre con tus carpetas, revisando apuntes, escribiendo a veces a toda prisa. Tu destino debe ser la facultad, aunque nunca te he visto bajar, porque siempre lo hago yo antes.

Tiene gracia: hasta sueño contigo a menudo, y siempre acaricio tu pelo, tan brillante, tan informal en el estilo. Siempre acaricio tu piel, lógicamente tan tersa. Después, al día siguiente, cuando vuelves a estar frente a mí, me sumerjo en el sueño mirándote a los ojos, que casi nunca me ven, porque tienen otro mundo que observar, bien a través de la ventanilla o de tus libros, y yo miro tus manos y las siento acariciándome, como en mis sueños.

Mañana no te veré, porque paso el día con los míos. Es mi cumpleaños, y mientras pienso en ti, se me olvida todo; hasta olvidé que me falta comprar las velas para mi tarta. Mañana apagaré el número setenta y ocho.

Los años pasan, querido veinteañero, pero una sigue siendo la misma, con los ojos en el mismo lugar y con el alma implorándote ilusiones nuevas, para así mantenerse viva.

Espero seguir disfrutando de tu imagen mucho tiempo más. Seré dichosa mientras la casualidad siga uniéndonos en el mismo vagón de tren. Espero también que tú sigas sin verme, mirando a tu mundo, a tus cosas, para que yo pueda seguir soñando.

martes, 14 de abril de 2009

REPORTAJES ARRIESGADOS (II)

Redada en una peluquería.

 

Nuestro equipo de intrépidos reporteros amantes de la primicia había obtenido un soplo: En la peluquería de Mari Escarpia, la prima de nuestro cámara, la que se casó con el del butano, se iba a peinar la mismísima Encarnita de Jesús Palmerales Carrenderillas, la nueva reina de la canción sandunguera. Pallá que nos fuimos a entrevistarla.

Entramos en plena permanente. Y el cotorreo en su mejor momento. Ahora bien: Esta mujer, fuera de los platós, es fea con avaricia. Un remedio contra la lujuria, dice la madre de su propia hija, y todo porque no le deja mangonear como le gustaría y no se la lleva de gira. A ella los negocios se los lleva su management, don Braulio Azcoitia, su antiguo jefe de MercaIberia, un hombre serio capaz de llevar puestos dos calzoncillos al mismo tiempo.

Con la cámara en “automático”, pudimos grabar cómo Mari Escarpia transformaba en hora y media a un hotentote furioso con bigote morsa adulto en una Venus de Algodonales, con un pelo sedoso y bien cortado donde antes de entrar había un estropajo para limas.

Acabamos haciendo el reportaje sobre el trabajo de Maria Escarpia, un lujo de profesional, porque la tonadillera respondía raro, no sé… como masticando alfalfa. Y eso cuando entendía la pregunta.

A todo el equipo de grabación se nos obsequió con una peinadita rápida y un suspiro de laca o una laminita de gomina (brillantina para los antiguos) y Joselito Yemas, el más periodista y encargado de redactar los pies de las fotos, hasta se hizo la cera.

Salíamos de allí contentos y encantados por el trato cuando, de súbito supino, un balonazo rompió el cristal de la ventana llevándose en su trayectoria la mayor parte del peinado de Encarnita. Y ahí vimos lo que es capaz de hacer con su voz: Un conjunto de gritos y picardías fuertes que atrajeron dos furgones policiales muy aptos en el uso de gases lacrimógenos.

Llorando como magdalenas salimos de allí. A unos los recogió su madre sin pagar fianza y otros tuvimos que esperar un par de días hasta que se aclaró algo la cosa.

El dueño del balón mandó a su hermana de tres años y medio con la excusa de peinarse para una boda y trincar el esférico en un descuido. Pero fue captada por nuestra cámara olvidada durante la redada y ambos están ahora en arresto domiciliario.

domingo, 12 de abril de 2009

REABRIR.

-No vas a llevarte a casa el Fuego Azul, ese diamante será la luz de mi tumba, -dijo Nayah mientras él mismo inyectaba la anestesia en el gotero de Nicklaus.

-No lo tengo, ni lo he llevado encima jamás, -respondió con dificultad Nicklaus sobre la mesa del quirófano-, me vas a rajar para nada.

La radiografía en tres dimensiones decía que algo redondo y duro, de unos tres centímetros de diámetro, se alojaba junto al riñón derecho del aventurero Nicklaus, el único capaz de intentar llevarse el diamante más grande del mundo en las narices del traficante Nayah.

-No hay nada; era un quiste y le has salvado la vida, -dijo el cirujano tirando el bisturí en la bandeja mientras hacía señas a la enfermera para que cosiera y limpiara la herida.

En el avión de regreso a Liverpool, la enfermera aseguraba a Nicklaus lo fácil que sería reabrir la herida, sacar el diamante que ella le guardó en el quirófano y suturar definitivamente. Además ya tenían comprador.

jueves, 9 de abril de 2009

EL SILENCIO

Viernes santo, madrugada,
silencio que ya se acerca;
está pasando el Silencio,
ya viene por la plazuela.
Placita de san Antonio
pequeñita, recoleta;
por ella viene el Silencio
frío me da su presencia.
Es el silencio hecho hombre,
es el silencio hecho pena,
es un silencio tan grande
que la sangre se me hiela.
Cargado va con la cruz
que los hombres le pusieran,
al que no hizo daño a nadie
al que sólo el bien hiciera.
Lleva en su hombro la cruz
en silencio, sin protesta.
Viernes Santo, madrugada,
no hable nadie en su presencia.
Que en silencio va sumido,
aquél que la vida diera
para librar a su pueblo
de esclavitud y miseria.
Y mientras esté pasando
con nuestras culpas a cuestas
no se escuche ningún ruido
que ni el aliento se sienta.
Sea tan grande el silencio,
como peso su hombro lleva.
Viernes Santo, madrugada,
silencio que ya se acerca.


Paquita Ortiz Navarrete. semana santa

martes, 7 de abril de 2009

ALUCINACIONES

Ese invierno estaba siendo para Javier peor que los anteriores, era asmático y tan mal se encontraba, que sin pensarlo dos veces se fue a la consulta de un naturista, sanador, curandero, qué se yo... La cuestión es que de allí salió con un bote de hierbajos para que en ayunas las tomase en infusión.
Cuando su mujer leyó la etiqueta, vio que aquello no era para tomar sino para quemar y aspirar el humo. Pero por más que la pobre insistió una y otra vez, Javier -buenísimo él, pero algo
cabezota-, se fue a la cocina y se preparó su taza de aquella pócima, acto seguido se acostó, no habían pasado ni diez minutos cuando comenzó a ver figuras extrañas por techo y paredes y a
decir cosas aún más raras. 
Dora, su mujer, no sabía qué hacer, el colmo fue cuando Javier le preguntó ¿tú quién eres?, vete
que no te conozco, y para rematar el cuadro, cuando la vecina entró para preguntar por él la re cibió con un hola machote, que dejó a la señora descolocada. Él parecía feliz y tranquilo y aunque veía esas extrañas visiones estaba contento. Dora, alarmada, llamó al médico. Cuando llegó lo primero fue pedir que le enseñara el medicamento, cuando lo vió se encaró con la mujer, señora
¿no sabe leer? ¿no ve que esto es para aspirar?, sí señor, sé leer y se lo advertí , pero como él tiene manos y pies, fue a la cocina y se preparó el brebaje ¿qué quería usted que yo hiciera?
¿es grave?, no no se precupe, su marido está bajo los efectos de un fuerte alucinógeno y me gustaría saber quien se lo ha facilitado, pues no lo sé, creo que se lo dieron en un cortijo de los
que frecuenta en su trabajo, no se preocupe se le pasará, pero que no repita la hazaña, puede
tener problemas. Desde entonces, y como viví de cerca este episodio, creo que los alucinógenos
pueden hacer que veamos lo que no existe. Y además creerlo a ciegas , tal es el caso del pobre Javier. Conclusion , hay más alucinados de los que creemos.
Paquita Ortiz Navarrete 7-4-2009

sábado, 4 de abril de 2009

ENTRE MUJERES.

Mi mujer siempre se ha llevado bien con la diosa Afrodita y su encantadora tía Manolita (la tía de mi mujer). De soltera, las tres se organizaban para ir de compras después de corregir exámenes o preparar sus clases (mi mujer), destrozar unos diez millones de corazones por las noches (la diosa) o arreglar los parterres de flores (su tía).

Me cuenta que un miércoles quedaron para ir al teatro Central, a ver una obra vanguardista que mezclaba tiempos modernos y antiguos con una idea “sorpresiva” para el final de cada escena.

Las tres, sentadas en la fila tres, aguantaron bien los diálogos del primer y  segundo actos; en cuanto al tercero, la diosa Afrodita estalló en cólera nada más ver que en la obra Ella Misma, representada por una caribeña guapa de veras, pero morena como el betún, bajaba y subía del Olimpo con un simple mecanismo “elevador”. Una vez en el Monte Sagrado, para molestar a los demás dioses, empleaba un “desintegrador vacilón de partículas". 

Ahí le dio un sofocón que le cruzó los cables y con un chasquido de los dedos dejó al teatro completo sin ropa interior.

            La función no se suspendió, pero se veía a los actores y actrices, ataviados con pantalones vaqueros del siglo XVII, andar como si “algo” les molestara en sus saltos. Al finalizar la obra la mayor parte del público salía callado y cabizbajo del teatro andando con paso corto en busca de su coche. Mi mujer y su tía, precavidas como nadie, se alegraban de seguir la costumbre de usar refajo y se fueron a cenar a “Muslitos”, un restaurante donde las esperaba la diosa Diana, amiga íntima de Afrodita. Por lo que me cuenta mi mujer, pasaron un rato estupendo.

jueves, 2 de abril de 2009

REPORTAJES ARRIESGADOS (I)

Hora es de contar con los ingredientes desde el punto de vista de lo que son: Ingredidos. Nadie les ha preguntado, que yo sepa, si querían o no formar parte de un futuro plato navideño o veraniego. Ni de entretiempo.

De hecho, camuflados de bolsas de basura cerradas, nos fuimos a hacer un reportaje peligrosísimo a una granja donde cultivaban cochinos, gallinas y conejos en cantidades muy superiores a doce.

Al principio, nadie quería hablar. Se decía que, así, ningún cerdo soltaría una guarrada, no se notaría el miedo de las gallinas y los conejos se quedarían haciendo bromas, guardados en la chistera.

Tras una toma de contacto de seis meses, no es que no quisieran hablar, es que nos lo habíamos comido a todos en filetes muy hechos o vuelta y vuelta, según, aunque no se produjo la esperada revuelta. Todo lo más, algún revuelto.

Pero el mensaje de este artículo, único en su modalidad, no debe pasar desapercibido: Hay que contar con todos para los guisos. Que todos sepan lo que se cuece a su alrededor. No habrá desaguisados que lamentar y nadie irá desaliñado por la vida.

Esperamos, si no el Pulitzer, sí lo justo como para vivir desahogadamente el resto de nuestras vidas. Ya veremos.

DECISIÓN.

-Y, por las noches, ¿qué guerra dan?, -preguntó David, tan tímido como Marta, pero con la intención de no equivocarse en un paso que cambiaría sus vidas.

-Se levantan alguna vez, piden agua… Lo normal, compréndalo, -respondió el responsable del departamento Pero no lloran y se conforman aunque se levanten temprano.

-¿Tienen costumbre de desayunar en casa? Para nosotros, si aceptamos, que aún no estamos seguros, es básico que sepan que comer bien al levantarse es fundamental.

-No les quepa duda, hemos preguntado a los vecinos y conocidos y nada de ñoñicaos ni refrescos. Su buen pan con aceite y su zumo de naranja diario.

Los mellizos David y Marta, decididos, a punto de cumplir los cinco años, firmaron el documento de adopción. Sus futuros padres, algo cohibidos, corrieron hacia ellos.

Ese olor a Torrijas

Por qué será que hasta que no hago torrijas, y la casa se inunda de ese inconfundible aroma a pan frito y miel, no me parece próxima la Semana Santa.
Ayer fui a hacérselas a mi madre. A veces no recuerda si soy hija, madre o hermana. Lo cierto es que disfrutamos juntas mojando el pan en vino y dando un baño de miel al resultado de la fritanga. Me contaba una extraña mezcolanza de cosas de su juventud y su sonrisa de satisfacción al probarlas bien valió la mañana.
Hoy las he hecho en casa. Ahora sí que huele a Cuaresma.
¿Gustáis?

DE TODO UN POQUILLO






Hola, mis queridos amigos de Paraleernos. Este fin de semana pasado he descubierto una ciudad, la mía, la que tanto quiero, en compañía de unas buenas amigas. De su mano, de sus risas, de su compañía en fín, he disfrutado de las calles de mi ciudad, de sus monumentos, que por eso de" estar ahi""ya vendré un día..."no había tenido el placer de visitar. Me refiero a La casa de Pilatos. Me atrapó sin más, me perdí entre sus habitaciones, sus artesonados, sus cuadros, su pequeño jardín...En fín, una maravilla para los sentidos. Me he prometido ir nuevamente y disfrutarla, llevándome eso sí, mi cámara, porque no os lo creerésis, pero esas fotos que os envio las hice con el móvil. La cámara se quedó en casa.¡¡¡Imperdonable!!!.
Luego, estuve en Itálica y allí me informaron un poco, que la semana después de Semana Santa, hay unas jornadas de teatro grecolatino. Cuando tenga toda la información os la enviaré. Podíamos hacer un encuentro allí, los de paraleernos y si se apunta alguien más, bienvenido sea.
Bueno, también recordaros, que en el Lope de Vega, están representando una obra que merece verse "Un dios salvaje". Si podéis no dejéis de verla.Es este fin de semana.
Un beso y prometo intentar estar más por aqui.
Un beso y buenas vacaciones para quien las tenga. Yo...semana de pasión hospitalaria