viernes, 19 de diciembre de 2008

VIDENTES

Consultorio radioafónico de la vidente y dentista Mari Poncho, especialista en asuntos relacionados con finales en premios de lotería.

 

Ring.

-Buenos días, soy yo por supuesto. Expóngame su caso.

-Antes que nada, felicidardes por el posgrama, zihaputa, qué bien me caes. Ayyyyyyyyyyyyy.

-Grasia, serdo. Y en concreto, paqué llama.

-Soy ministro de argo y juego cuatro euros con veinte con los de la peña de petanca. Quiero, -queremo en realidá- sabé  a cómo van a portarse nuestras inversiones a corto, dado que contamos con los beneficios obtenidos para renovar las mesas del local. ¿Está bien que nos hagamos ilusiones?

-No. Venga parcaraho. Siguiente llamada.

Ring, ring y ring.

-Sigo asquí, al pie de cañón, como una profesioná. Dirme a vé, jabato.

-Mi muhé hase disiocho añio que sá largao con mi jefe, un coleccionista de corbatas. ¿Volveré a verla?

-Soy yo, Marcelo, que no tentera que trabajo en esto desdase musho, que se me largó el marrajo ese con una coleccionista de suhetadoreh. Y no güervo, joé. Cuerga, anda.

Ring. Musho ring. Má que en el boxeo.

-¡Otravé el mismo número! ¡me cago en San Peo Suplente!

-Dirme, Marce.

-Por lo meno quedá pa una servesita, txotxo.

-Güeeeno, quedamo en tu casa, la mía antigua, a eso de las die. Tú sabe donde é.

-Hiole. Taluego. Llevaré una bufanda, pa que me pueda reconosé en la murtitú.

-Despedimos nuestro programa de hoy. Asín es que no se puede. Ahí se quedái.

Bajo las estrellas

Y tan insistente como sólo Dios es capaz de serlo, volvió a nacer por Navidad. Esta vez cambió de lugar, por si había más suerte, pero usando el mismo procedimiento. La joven madre elegida, africana por cierto, fue abandonada a su suerte en el desierto por una familia que se sintió muy ofendida por el embarazo.
Al querer hacerse hombre, de nuevo tuvo que renunciar a sus privilegios. Dejó que la naturaleza obrara, y dada la malnutrición de la madre en esas condiciones, a pesar del maná, no superó el parto. Los pastores no atendieron las señales. Los ángeles se les antojaban sombras en la noche así que se refugiaron en sus cuevas. El bebé sólo pudo ver a lo lejos las montañas del Klimanjaro y se durmió para siempre junto a ella.
El resto del mundo mientras tanto cantaba villancicos.