Llegada
la hora en que nuestra mente fije su atención en la otra persona, esa que de costumbre se nos
sienta al lado en el autobús, o bien
aquella que nos sonríe a diario cuando nos entrega la lista de clientes
citados, o tal vez aquel desconocido que de cuando en cuando nos encontramos en
el parque cuando salimos a pasear a nuestro viejo y cansado perro y que nos
pregunta qué tal va todo y si Terry (nuestro pequeño can) ya dejó de cojear;
tal vez sea ese el momento en que debamos desplegar sobre la mesa del salón las
instrucciones para enamorarse.
Despejaremos
el mantel de cualquier objeto que pueda distraer nuestra atención. Colocaremos
las gafas de vista cansada sobre nuestro apéndice nasal, la dejaremos caer
hasta el extremo de la misma, apoyaremos los antebrazos sobre el tapete y
dejaremos caer nuestra mandíbula sobre los puños cerrados. Acercaremos nuestra
cara hacia el papel desplegado y leeremos detenidamente. No deberemos perder de
vista ninguno de los renglones que se nos muestran, aunque a veces esa letra
minúscula y semejante a una fila de hormigas se nos revele dejándonos sin saber
qué pone allá abajo, sobre el azulado papel.
Nuestros
ojos mirarán atentos los pequeños y concisos párrafos. Comenzamos a leer
pausada y detenidamente mientras nuestra mente divagará, recorrerá las horas de
aquel día en que por primera vez la persona se hizo visible a nuestros ojos.
Recordaremos entonces detalles insignificantes de su anatomía, ese pequeño
lunar junto a la boca, ese tic nervioso de su meñique, ese girar la comisura labial
antes de comenzar a hablar; y es entonces cuando, sin saber bien por qué, toda
nuestra atención se centrará en aquella relación verbal:
Ø Compruebe
el estado de sus sentidos.
Ø Ponga a cargar
la batería cardiaca que se encuentra situada en el centro de su pecho.
Ø Engrase el
fuelle de sus pulmones que junto a su corazón expandirán su pecho llenando el
aire de rítmicos suspiros al recordar la imagen de esa persona.
Ø Aspire la
alfombra gástrica retirando cualquier resto que impida sentir el aleteo de cientos de mariposas en vuelo cuando sus
ojos se encuentren con los suyos.
Ø Y
por último, sucumba a ese
desasosiego que, no se preocupe, no durará más de seis meses.