martes, 10 de marzo de 2009

Aventura

Hastiada de treinta años de lo cotidiano, se decidió por fin a vivir una aventura. Se apuntó a un viaje sola, sin marido ni hijos que la obligaran a seguir sus horarios y sus gustos. De alguna forma ahora se llevaba y no se veía tan raro. Eligió destino: Petra. Siempre había querido ir a Egipto y su esposo sólo ponía inconvenientes.
El viaje fue tranquilo. Incluso se permitió coquetear un poco con su compañero de viaje que la hizo sentir de nuevo bonita, pero sin permitirse ninguna licencia. Al llegar al hotel un extraño pavor recorrió su cuerpo. Intentó sobreponerse y salir con la excursión prevista para las siete de la mañana del día siguiente, pero le fue imposible tras una noche en blanco. Se quedó acurrucada en su cama de hotel. Lo mismo sucedió durante los seis días siguientes. El séptimo y último día por fin pisó Petra.
La emoción la desbordó de tal manera que se quedó allí eternamente.

Editorial de Marzo.

En este mes de Marzo, con las primeras calores, voy a copiaros un fragmento de La historia Interminable, de Michael Ende:

"Las pasiones humanas son un misterio, y a los niños les pasa lo mismo que a los mayores. Los que se dejan llevar por ellas no pueden explicárselas, y los que no las han vivido no pueden comprenderlas. Hay hombres que se juegan la vida para subir a una montaña. Nadie, ni siquiera ellos, puede explicar realmente por qué. Otros se arruinan para conquistar el corazón de una persona que no quiere saber nada de ellos. Otros se destruyen a sí mismos por no saber resistir los placeres de la mesa... o de la botella. Algunos pierden cuanto tienen para ganar en un juego de azar, o lo sacrifican todo a una idea fija que jamás podrá realizarse. Unos cuantos creen que sólo serán felices en algún lugar distinto, y recorren el mundo durante toda su vida. Y unos pocos no descansan hasta que consiguen ser poderosos. En resumen: hay tantas pasiones distintas como hombres distintos hay.
La pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros.
Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado...
Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito...
Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido...
Quien no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá comprender probablemente lo que Bastián hizo entonces..."

Y es que Bastián, en vez de robar al señor Koreander el libro que tanto lo atraía, se fue a un ciber a echarle un vistazo a nuestro blog. Para perderse en los cajones llenos de historias que conforman paraleernos.
Disfrutó de un par de poemas sabios de Paquita, sonrió con un cuento de Gabriel. Viajó por las fotos y letras de Beli, por los dibujos y puertas de Loli. Se enamoró de un textito con maletas de La Rubia, sintió un chispazo con un microrelato de Inma. Y traspasó el espejo con tacón y zapatilla de la mano de Isa.
Después, al ver entrar la luz de Marzo desde la calle, salió del ciber y volvió a la librería. Mangó su libro y luego, extasiado, se tumbó a leer en la hierba del parque María Luisa, por ejemplo, rumbo a Fantasía. Pensó que el desván podía esperar sin peligrar el curso de la historia. Y apuró, junto a un árbol, hasta la última gota de luz.