lunes, 24 de noviembre de 2008


¡Hola amigos!, quiero compartir con vosotros algo de lo que me siento muy orgullosa. Aquí, en este plato que os muestro, se aúnan tres de mis grandes pasiones: la fotografía, la cerámica y escribir.
Espero que os guste. Eso sí, debo agradecer a mi maestra de cerámica, Lola, el que este plato haya quedado redondo (bueno, es un decir, porque como se observa la forma es un poco peneka).


En el sofá

Sabía que aquel no era el mejor lugar, ni el mejor momento pero también sabía que serían los únicos por aquel entonces.
Se dejó desplegar el cuerpo en el mismo sitio donde pocas horas antes había desplegado sus anotaciones, sus libros, su cartera... y se estremeció ante lo olvidado de ese calor eléctrico que le recorría caliente desde las caderas hasta las costillas.
Pensó que el miedo era el peor compañero en ese justo instante y que prefería dejar, a pesar de las dudas, que la besara en ese punto final, donde acaba el cuello, en ese punto suave y sensible.
En el pecho de él descubrió con la palma de sus manos la delicadeza y el calor del abrazo que siempre quiso pedirle sin atreverse, en el de ella él descubrió las constelaciones de lunares que cubrían su cuero, cicatrices como ráfagas de cometas.
Dejaron de ser satélites el uno del otro y comenzaron a ser habitantes.