viernes, 24 de mayo de 2013

Grandes Óperas de la Historia (II).


Il Desatascatore, de Julepe Mierdi.

En miles de hogares de una “ciutá” imaginaria, donde ni se concibe papelera alguna adjunta al “silloni tronanti”, se produce el Caos Total mediante la “obstruccione”, o “atascanto” en los palacetes, al darse una coincidencia del mismo momento cumbre de la “poblazione”.
Como detalle junto al claro mensaje medioambiental de la ópera, se reparte el libreto realizado en suave –y muy delicuescente- papel higienizado para el post sit daun explossion.
Tras la obertura, hecha a puro golpe de trombón que sitúa la acción en su punto, comienza la primera escena.
No basta con que el viceconde de la ciutá, Emerildo Paniagüi, vocifere por las calles, con ayuda de su lugarteniente, Perchorrillo, promoviendo la “lavaccione con acqua fresquita  la zona cuestionabile”, en alternativa a la impresión paleolítica en papiro, que ha llevado a una obstruccione en el Sistema conductivo de los residuos urbanitas.
En una reunión de urgencia, Perchorrillo canta un aria donde dice haber oído hablar de “Varicco”, un trotamundos que alquila sus conocimientos para llegar al fondo del asunto en cuestiones donde nadie quiere remover los argumentos. Promueve para ello un estilo muy “gondolero” en su trabajo, evitando una cercanía o “implicación” excesiva.
Cuando termina de cantar, primero le piden que no lo haga más, en el poco conocido movimiento llamado “no Re Bises, per favore”. Después, votando a culo alzado, acuerdan mandar llamar a Varicco.
En un momento quizá con más contenido de la obra, surge el coro cantando con un matiz desesperantemente nasal en su voz. Espectadores cercanos al proscenio, junto con los de las primeras filas del patio de butacas, se levantan, se informan y cuentan al resto del teatro que, por asfixia preventiva, entonan con pinzas en las napias. Sentados de nuevo, la acción describe con comicidad contenida cómo se penalizará proporcionalmente a quienes aporten más argumentos sólidos póstumos, dado que aumentarían la dificultad de que el agua corriente vuelva a serlo. Aparece la canzione “mascagas/maspagas”.
A partir de que el coro se va, la escena se torna sombría y se oyen truenos domésticos. Por la izquierda aparece el tosco, oscuro y torvo Aquaforti  Pertaponni, aspirante al puesto de Paniagüi, quien manda llamar a Perchorrillo a gritos y susurros alternativamente, dado que no mide bien la distancia entre la casa del lugarteniente y la tasca donde se sienta el malvado truhán, canalla y bribón.
Antes de que pueda taparse los oídos, debido a tener tapada la nariz, Perchorrillo recibe en plena cara un aria molto pestossi, en la que Aquaforti le pone al día de sus pretensiones, anunciándole un producto milagroso que, usado “al finale di cada giornatta”, devolverá a la ciutá la fluidez comunicativa entre las alcantarillas y los inodoros descritos con letras pequeñas, también llamadas letrinas.
En un momento de tensión externa, Aquaforti sufre un momento de tensión interna. Se oye a lo lejos cómo entonan maldiciones los miembros de una patrulla de vigilancia nocturna, que penalizarán la dispersión de depósitos individuales aunque sean desesperados. Es el caso de Aquaforti, que canta el aria “Disborde di presa deprisa” y a continuación, Perchorrillo se ofrece a sentarse antes que él sobre una fría piedra para que no le provoque respingos al posarse interpéricamente. Aquaforti consigue así un mínimo consuelo antes de dar el cante.
Mientras se baja el telón y se entiende lo que pasa, el virtuoso Canaloni entretiene con un solo de cisterna que, por la intensidad dramática, tiene que repetir.
La guardia lo detiene, mas Aquaforti, digno, no se mueve un ápice hasta que desahoga su conflicto eliminando su producto interior bruto y sonriendo ante el atestado policial que incluye “dar parte de lo sucedido”.
Varicco se entera por el ruido de los acontecimientos y ve su triunfo cerca. Noche tras noche, varilla en mano, rompe barreras y airea hogares permitiendo que sean habitables de nuevo. Pero el cansancio hace mella en él. Se para en una alcantarilla y entona un canto de frente, no de canto.
Aparece el coro, provisto de dos cubos de agua cada uno de sus miembros, que vierten en la plaza para poder cantar. A dos voces, le sueltan el “Al alba frigaré, frigaaaaaré, ma per la nochie non taponaaaré”. Y Varicco lo ve claro. Corre a la torre donde Aquaforti va a ser tratado con Tanageli, una pócima de il Dottore Leonardo Desguinci.
Un redoble de tambores y bombos acompaña la voz grave de Varicco:
-¡Non ingerire, mío amicco! -canta Varicco-. Vengo para salvarti. He aquí mi tesis.
Al bajar la voz, la orquesta cede y acompaña con dos panderetas.
Y en pocos versos, que el coro contrapunta, entre ellos Emerildo cubierto el rostro por una capa, Varicco explica que “a la caída de la noche” se aplique un producto “ablandatori” que permita la comunicación fluida entre uvedobleceses y Kk River con un simple toque de su varita mágica.
Esa misma noche, en el castillo del viceconde, se firman los contratos por obras y servicios, dado que en los servicios todo el mundo obra. Y se termina la obra con un verdadero despliegue de la sección de vientos de la orquesta, en un frenesí de pasiones largamente contenidas.
El productor del teatro, en oportunista efecto, rocía el ambiente con un suavísimo aroma de flores frescas, cuya publicidad aparece en las cofias de las limpiadoras domésticas que bailan felices alrededor de los actores mientras éstos saludan a un público tenso que, en su mayoría, pregunta al personal auxiliar por el mismo habitáculo.