El príncipe Az Hulón, de Aresistania, quería a la princesa Rosa Isaura para compartir su reino, y ella lo mismo, pero en su reino natal, Pensilboina.
El muchacho organizó un fiestón con baile y bocadillos y se sentó a esperar en el trono de sus padres, que querían que causase la mejor impresión a la princesa.
La muchacha hizo lo propio en los jardines del palacio Real, entre miles de globos de colores y jóvenes damiselas que soñaban con verla cogida de la mano del príncipe.
Treinta años más tarde, se celebraron las bodas de plata de las constituciones de las repúblicas de Aresistania y Pensilboina. Entre las credenciales intercambiadas por el cuerpo diplomático, se encontraron dos preciosas y ajadas invitaciones a las antiguas residencias reales escritas a mano.