domingo, 29 de julio de 2012


Mirando al mar desde el Conquero(Huelva), cuando el sol se arropa con las azules aguas y cuando un recuerdo recorre el alma...

lunes, 23 de julio de 2012



Paseando por mi Huelva minera...Disfrutando de un precioso atardecer. Un regalo para vosotros, mis amigos de Paraleernos.

viernes, 20 de julio de 2012

Grandes robos de la Historia (1).


1. Paca Belushi, C/Tréboles, 9, 3ºD.

Timbrazo desde el portal al 3º D.
-¿Sí?, ¿quién llama?
-Buenos días. El atracador.
-Ay, pero si no venían ustedes hasta mañana, me lo dijo la señorita, la comercial de las amenazas que nos visitó ayer.
-Señora, en mi albarán pone fecha de hoy. Mire usted su copia, haga el favor.
-Momentito, que vuelvo.
Docena de minutos.
-Ay pues mire, se ve borroso. No sé qué decirle, porque tengo las gafas quitadas.
-Señora, que tengo la furgo tuneada en medio de la acera, molestando a los vecinos, que luego bien que os quejáis a mi padre, el concejal de urbanismo y zanjas.
-Mira, tú sube, que ya veremos, muchacho. ¿Te voy preparando un cafelito, un zumo quizás?
-La verdad es que se lo agradezco, pero ahora, con la bulla de correr, que si me tropiezo, y luego con la policía persiguiéndome inútilmente, no vaya a sentarme mal. Como si lo hubiera tomado. Por cierto, déle usted de nuevo al pinganillo, que no se abre.
-Ahí va. ¿Ya está?
-Voy parriba. Prepare usted cara de susto, que luego en la foto prevalece la impresión de la recién levantada y el vecindario os pone de dejadas y arrugaditas.
-Hijo, te repito e insisto que yo tenía esto para mañana, antes de la comida y una hora estupenda. Pero tú sube, gañán, a ver si entre los dos resolvemos con gracia y acierto.
Llamada a la puerta. Abre un vecino rascándose exactamente allí, en la puerta, con las dos manos. Termina de bostezar –dos minutos justos- y más o menos se le entiende:
-Yo tengo un certificado de insolvente válido para trece años. Así que largo de aquí.
-Usted perdone; con las prisas y la penumbra me he equivocado.
Llamada al 3ºD. Abre la señora por fin.
-Ay, hijo, qué despiste. Mira que confundirte.
-Señora, vamos allá, que el tiempo es oro, plata, tarjetas con clave y algo de efectivo  que se suele tener en las casas para los desavíos. Proceda.
-Aquí lo tienes, más o menos en el mismo orden, en exposición en el sofá, pero sin letreritos, como a mí me habría gustado. De hecho, estaba haciendo rotulitos en el Pogüerpoing, para imprimirlos mañana y hacerte una buena presentación.
Llamada telefónica al móvil con sintonía del himno de Thailandia.
-Señora, que somos los del atraco de mañana, que será a eso de las antes de la comida. Para concretar.
-¿Pero qué me dice usted? No me diga nada, tengo que colgar. Llame dentro de unos minutos.
En un pis pas, la señora entra y sale de la cocina con el mango de un mortero de hacer gazpachos para quince. Antes de decir nada protagoniza un solo de bombo en la barriga y riñones del atracante, que apenas acierta a sacar de nuevo la copia y enseñársela, para que no siga ensañándose.
Esta vez la señora se pone las gafas del cerca.
-Tarugo infame, soplaampollas, caratarro, archivapeos… la fecha está bien, pero el número es el seis, ¡el SEIS, jíbaro sin plaza fija! Y tú te has venido al nueve ¡al NUEVE, ladilla de escarabajo! No das ni una. Anda, anda y vete andando, que ya se ha llevado la grúa tu bólido de hojalata.
-Señora, me siento más dolido por sus excepcionales insultos que por sus magníficos palos en mis lomos. Me voy, pero no creo que vuelva.
-A mí aficionados. Anda y que te planchen.
-Buenos días, ssnnñifgg, siñiora, ssnñññifgggg.
Se cierra la puerta y la señora se vuelve al PC, a preparar la exposición de objetos robables para el día siguiente.
Como decía en el contrato. Qué puñetas.

domingo, 15 de julio de 2012

Formación continua.


Genoveva tiene un gancho de izquierda demoledor. En nuestro décimo aniversario, sin embargo, parecía algo lenta, no conservaba el centro. Intuí que la podía tumbar en dos asaltos y me fui a por ella, confiado. Pero me equivoqué, fue sólo –me dijo- un momento de distracción pensando en el vestido para la cena. Ella es hábil, experimentada en salir de la lucha trabada, así que me esperó como el que se resigna y, justo cuando entraba con un salto sobre su cabeza para golpearla con las dos manos, giró y barrió mis pies, los dos, haciéndome caer con la espalda en el suelo, de modo que perdí la respiración. Ahí ella, apartando la bandeja de champán con que nos obsequiaba el hotel, también se confió. Estamos muy seguros de nuestras habilidades y, cuando se tiró literalmente a clavarme el codo en el pecho, pude rodar hacia la derecha, hacia debajo de la cama, y oír el enorme ¡plof! de su cuerpo contra el suelo. De no haber habido alfombra, se habría roto al menos un brazo. Quizá alguna costilla. Mientras se disponía a ordenar las camisas y se recuperaba del impacto, yo ya tenía en mi poder una zapatilla con la que, al salir de debajo de la cama, golpeé su nariz, sin poder evitar recibir un tremendo impacto de su bolso lleno de llaves desordenadas (y mira que se lo digo), que me hizo tambalearme. Mientras caía, alineé mis calcetines en el cajón de arriba por colores, como hacemos en casa, y conseguí un vertiginoso uno/dos sobre su estómago, pero estaba en tensión y lo encajó como una puerta. A cambio, viendo mi guardia baja, mi plexo solar recibió una patada directa, sin defensa, que me tiró hacia atrás. Sólo cuando ya me vi perdido, logré tirarle un almohadón, que por la mañana, al llegar a la habitación, había rellenado con nueces para ejercitarme al amanecer.
Ambos, en el suelo, teníamos dificultades para respirar.
Alertado por el ruido, el camarero, al entrar, nos preguntó qué queríamos para cenar.
-Algo ligero, -dijo ella-. Un poco de pescado al horno con patatas hervidas, por favor, -contestó. Apenas podía hablar.
-Para mí sólo un crepe con algo de jamón, por favor, -añadí. Todo me daba vueltas, como a ella, y escapamos por un pelo de la maza de hierro con que quiso aplastarnos la cabeza. Utilizamos el último depósito de energía para patearle y dejarle inconsciente, lo echamos al pasillo y nos acostamos a descansar.
Cuando nos sentamos en la mesa del restaurante, el chef en persona vino a darnos la enhorabuena por el aniversario. Recibió dos bofetadas simétricas, una en cada cara, que le dimos con precisión milimétrica. En un par de volteretas, se retiró hacia atrás para abrir la botella de Dom Perignon del 52 y servirla fría. Nos sentamos y comenzamos a preparar la defensa: No he visto mejores asesinos para nuestra formación que los cocineros de este hotel. Mejoran cada año. De hecho, en la cocina, se rehacían los planes para atacar de nuevo y acabar con nosotros.
De espaldas hacia la pared, doblamos las servilletas al estilo clásico y brindamos por nuestro futuro. 

lunes, 2 de julio de 2012

Denuncia

El otro día, en una cafetería-bar de copas en Plaza de Cuba, había quedado con unos amigos. Uno de ellos fue al servicio (de caballeros, claro) y se encuentra que en el urinario hay una pegatina de una chica con poca ropa para que se orinen encima,  y  con el calorcillo se quede desnuda. ¿Se puede permitir que tal denigración a la mujer suceda en nuestra ciudad? El dueño alegó que era un poco de broma. ¿Por qué seguimos permitiendo estas actitudes machistas? ¿No debía estar prohibido por ley? Volví a mandar a mi amigo con mi cámara de fotos.Ya de paso entré yo en el de señoras, para ver qué había. Nada. Pues eso.