Supongamos conocida
la distancia, puesta en años,
a andar desde la salida:
Qué cantidad de peldaños
hay que subir en la vida.
Supongamos calculados
cada abrazo y cada beso,
amontonados, al peso,
o más aún, numerados.
Supongamos, finalmente,
tener contabilizado
en minutos, fríamente,
qué tiempo se ha dedicado
al amor, sencillamente.
Entonces supóngase
también que no soy,
desde que nací hasta hoy
ése que cuenta; y dígase
que de esas cuentas me voy.
Pues vivir por desear,
buscar caricias, miradas
cómplices, por más buscadas,
no da tiempo a calcular:
Se va el tiempo, se va en nada,
se va el tiempo sin pensar,
porque se inventa al amar
juego de amantes y amadas.
Yo desafío al rigor,
a todo lo razonable;
fuera el corazón contable
que contabiliza amor.
Y porque vence al dolor,
y al más amargo sabor
viene a ponerle dulzura,
va el amor sin contador
cuando llega la ternura.
No aguanto al tiempo mordida
y hasta el minuto más chico,
debe alargarme la vida,
si es al amor, sin medida,
al que mi vida dedico.
Quiero vivir sin pensar:
si el Cielo quiere girar,
o el Sol se acaba poniendo:
yo no lo puedo evitar;
no me van a vigilar,
no me pararé a contar
el tiempo que estoy queriendo.