viernes, 31 de diciembre de 2010

UN PREMIO.

Alicia (RaízdeAjo)2 Gómez era una humilde ingeniera del planeta MaterSolia. Humilde hasta el punto de no llegar a tener ni un mal kilo de polvo de plata en las pestañas, la rutina se le rompió con un golpe de suerte cósmica de nivel π3 dentro de un sobre de café soluble en forma de premio para viajar a otra Galaxia. Si bien no se trataba de un destino paradisíaco, al menos era todo incluido.

Alicia desembarcó su nave cerca de Grecia, en el tiempo de los dioses, las ninfas, los héroes y los grandes filósofos griegos, juntos y revueltos. Bajó los escalones a pie, una vergüenza que no anotaría en su bitácora, y caminó sola y sin rumbo fijo para llegar a una fonda cercana a Tebas.

-Hola, buen desconocido, -le dijo al primero que se encontró en una especie de barbería-. Vengo de otro mundo con un prospecto algo tipificado, lleno de tópicos quiero decir, y, si no te importuno, querría hacerte unas preguntas, quizá algo delicadas.

-Pregunta, ser de donde seas, -respondió el interpelado, que además estaba siendo pelado entre dos.

-Pues se trata de saber si aún hoy, siglos vuestros después de que una vecina mía, Loyola de Exponente, viajara por aquí, quedan seres que tengan añadida una bolsita alargada, que se hincha con cierta facilidad hasta adquirir un estado de breve aunque excelente dureza, obteniendo así un útil adminículo que introducir en mi interior, a la misma altura curiosamente, y agitar y frotar la misma dentro de tal guisa que se acaben viendo –y sé de lo que me hablo- las estrellas y demás chispas, aún no habiéndose venido la noche.

El interlocutor, solemne, dejó la jarra de hidromiel sobre la mesa y, con gran precisión, dio curso a la petición de Alicia en los términos y resultados descritos. Debemos hacer constar que desechó en todo momento la abstracción, tan propia del mundo helenístico.

Horas después, el piloto automático avisaba a Alicia del momento para la vuelta del crucero y su regreso a la rutina de dos millones de horas de jornada laboral diaria.

En el Olimpo, el centauro Jergostos relataba con alegría las múltiples posturas con que había gozado recientemente con la más extraña de las mujeres que había visto.

-El vino te ha cegado una vez más, -dijo Ares, riendo.

-Puede ser, puede ser, -respondió Jergostos jovial, brindando con una jarra llena de hidromiel y sus pestañas cubiertas de un finísimo polvo plateado.

De regreso en MaterSolia, Alicia añoraba los recuerdos del único viaje interestelar que haría en su vida, dado su humilde linaje de simple ingeniera estelar. Mientras se acariciaba el vientre ante su prominente embarazo, vio pasar a su jefa, Lolastarlet Polinomial, quien presumía de amantes extraordinarios.

-Ninguno, ninguno con más de tres piernas, seguro que no, -pensó Alicia sonriendo para sí.

RECURSO.

Peter tenía el balón bien atrapado entre las manos, los codos abiertos y las piernas flexionadas, como decía el entrenador Cooper. Los segundos transcurrían y no tenía a quien pasar la responsabilidad, con los gritos del pabellón retumbando en su cerebro y sin poder hablar con nadie. Cerró los ojos y lanzó el esférico con el mejor estilo: salto coordinado, impulso de la mano derecha con apoyo en la izquierda y posterior permanencia en extensión del brazo.

El balón salió limpiamente por la ventana del pabellón, botó con estruendo en el techo del Cadillac del entrenador Cooper y activó la chirriante alarma de robo, suficiente para indicar el salto inicial y principio del partido. Pensó en gestos para el resto de decisiones arbitrales, pero no hizo falta: la palmada en la espalda del entrenador Cooper le hizo escupir el silbato y el partido se desarrolló con normalidad.

martes, 28 de diciembre de 2010

RENDICIÓN


Descubres a medias el tul que me envuelve
y me revistes de toda tu esencia.
Acaricias mi piel hasta dolerme
y sin dejarme voluntad apenas,
rompes y anudas el tul, que ya sobra,
a mis manos tan sedientas.
Y soy tuya.

domingo, 26 de diciembre de 2010

NOVENTA Y CINCO

Caminaba por la calle cuando comenzó a llover. Al principio me dejé envolver por una lluvia fina, lágrimas de ángel tal vez, pero el cielo comenzó a regar la tierra con fuerza. Y yo, que había ignorado las previsiones meteorológicas confiando en mi suerte, me sentí mojada hasta el alma. Mis ojos, que hacía tiempo habían olvidado el color del mar, se convirtieron en caracolas y guardaron en ellos todo su sabor, toda su brisa, todos sus sueños.

Caminaba por las calles y recordé de pronto la monótona voz del locutor de radio "hoy existe un noventa y cinco por ciento de probabilidades de lluvia" y comencé a reír con carcajadas sonoras, contagiosas. Fuí una ilusa al confiar en mi suerte, en mi cinco por ciento de probabilidad.

Caminaba por la calle... y me mojé, ¡cómo me mojé!, pero me sentí reconfortada al comprobar que mi suerte, mi cinco por ciento de suerte, se había convertido en río, en un río que busca el mar.

Miré hacia dentro, hacia ese mundo oculto a las miradas. Todo en mí se replegaba, mi cabeza, mis brazos, mi tronco, mis piernas... y al final me uní a mi suerte y encontré el mar.

sábado, 25 de diciembre de 2010

CRÓNICA NAVIDEÑA.

El día de Nochebuena, Ulises Peña de Abramonte, dueño de Bodegas Abramonte, pensó en subir a suicidarse a la torre Magna de la sede central de sus oficinas, al no encontrar la versión 3.4 del videojuego Exkarvattor que le pidió su hijo como regalo y sentirse incapaz de vivir con esa mancha en su historial de triunfador.

Antonio Urbaneta, jefe de seguridad de la sede central de Bodegas Abramonte e instalador de un sistema de seguridad infalible en dicha sede a pesar del elevado coste de las cámaras situadas por los distintos pisos del edificio, tuvo la paciencia de guardar una cola de decenas de personas para conseguir la última versión del videojuego Exkarvattor. Al ir a pagar, pidió que se lo envolvieran para regalo y lo envió a la mansión de los Peña de Abramonte, como muestra de su fidelidad al jefe.

Asenjo Vidal, ex vigilante de la sede central de Bodegas Abramonte, en paro y sin hogar, vagabundeaba por Madrid cuando, tras un acelerón violento, vio salir despedida una caja por la puerta trasera de un camión de reparto.

Asenjo Vidal comprobó la impermeabilidad de la caja que cayó del camión, vació su contenido en un callejón cercano y, aprovechando las luces apagadas del edificio Abramonte, se metió primero en el zaguán con la caja y luego él dentro de ella, cerró las tapas por dentro y se quedó dormido al instante. Los vigilantes, en su ronda, entendieron que la caja con el juego había sido depositada para llevarla al despacho del jefe y allí la dejaron. No se quejaron del peso porque Asenjo Vidal estaba muy delgado.

Ulises Peña, de pie en la azotea, quiso hacer una última llamada a su hijo y recordó haberse dejado el móvil en su despacho.

Antonio Urbaneta, a las doce de la noche del día de nochebuena, llamó por teléfono a la mansión de los Peña, para preguntar al hijo del dueño por sus regalos navideños. El hijo, al que despertó el timbre del teléfono, respondió que le gustaban mucho los regalos recibidos, metidos en calcetines y cajitas pequeñas. Antonio Urbaneta colgó el teléfono sin poder hablar. Después repasó desde su casa las cámaras de seguridad y comprobó cómo Ulises entraba en el edificio desde la azotea.

Al despertarse para estirar las piernas, Asenjo Vidal salió de la caja y se encontró en el despacho de Ulises Peña, cuando éste entraba para recoger su móvil.

-No tenía donde ir, -dijeron ambos al unísono, aunque por distintos motivos.

Por videocámara, Antonio Urbaneta vio salir a Asenjo Vidal de la caja y charlar con Ulises. Apagó y salió a la calle como una flecha.

Al ver la caja, Ulises Peña preguntó por el contenido de la misma y bajó acompañado de Asenjo hasta el callejón donde, envuelto en capas de corcho protector, encontraron el juego, que metieron de nuevo en la caja. Juntos, se fueron a cenar a la casa de los Peña de Abramonte llevando el juego consigo.

Mientras Ulises y Asenjo apuraban un coñac, Antonio Urbaneta llamó a la puerta y, al abrirle, empujó a Ulises violentamente, se dirigió a la caja depositada en el suelo junto al árbol de Navidad y le propinó un violento puntapié que le provocó un moratón instantáneo en la espinilla.

-No lo puedo comprender, -dijeron al unísono los tres hombres, aunque por distintos motivos.

Después, Antonio Urbaneta levantó la vista y se encontró con la mirada de Asenjo Vidal.

Desde primeros de año, el sistema de seguridad del edificio central de Bodegas Abramonte volvió a ser el tradicional, con varios grupos de vigilantes formados por parejas, en turnos de ocho horas al mando de Asenjo Vidal. Quedaron también algunas cámaras imposibles de desatornillar de su emplazamiento, las cuales eran vigiladas por Antonio Urbaneta durante los fines de semana.

El niño Manuel Abramonte, el día de Navidad, también aprovechó la caja para dormirse dentro. Del videojuego Exkarvattor versión 3.4 no se sabe absolutamente nada.

viernes, 24 de diciembre de 2010

PARA EL MAGO DE LA PALABRA GABRIEL

Para Gabriel: mago de la palabra, compositor de ideas, artífice de poemas y narraciones delirantes. Para ti, amigo, esta carta de agradecimiento por el hermoso poema que me dedicas y en el que tan fiel retrato me haces.
Creo que me conoces bien, sin lugar a dudas es el regalo más entrañable que he recibido en estas fechas que como sabes, para mí son portadoras de tristes recuerdos. Pero este año, tu poema unido al cariño de hijos y nietos, han hecho que se me ilumine el camino más y se renueve mi esperanza. Es un honor tener a tan gran gran maestro en el blog, no faltes a la próxima reunion, disfruta no sólo de estas fechas sino de muchas más venideras al lado de los tuyos. Un cariñoso abrazo de Paquita.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

A PAPÁ NOEL (A GABRIEL)

No puedo sentirme más que dichosa por haber recibido un regalo tan hermoso de Papá Noel sin habérselo pedido.
Y yo, ¿qué puedo hacer? Que no me he portado bien este año, que tendría que haber leído todo lo que este Papá Noel ha escrito en este blog. Pero no por obligación, sino porque sus letras debería prescribirlas el médico junto con el Ibuprofeno o los antibióticos. Claro, así he pasado el año, tan baja de defensas, queriendo luchar contra los elementos a pecho descubierto sin compartir mis alegrías y mis penas con todos los soles que alumbran este blog.
¿Y qué puedo hacer? Si un día levanto la cabeza de mis historias de artistas encumbrados y me encuentro con que no tengo que leer reseñas o biografías de grandes genios, sino tan sólo mirar a mi alrededor a los artistas que están a mi lado, siempre cerca, nunca lejos.
¿Y qué puedo hacer? Que por tanto remar en una dirección se me ha atrofiado la mano que utilizaba para escribir esos cuentos de los que habla Gabriel o algún microrrelato surrealista que encontraba perdido en algún rincón de mi mente.
¿Y qué puede hacer uno cuando encuentra regalos que le superan y le emocionan, cuando tiene la dicha de conocer a gente tan auténtica como la de este blog?
¿Y qué puedo hacer cuando alguien ha decidido emplear su tiempo, su esfuerzo y sus pensamientos en una misma sin esperar nada a cambio?
¿Y qué puedo hacer con este Papá Noel? Sólo se me ocurre decirle GRACIAS y añadir dos palabras que en estos días le harán ilusión: FELIZ NAVIDAD.

martes, 21 de diciembre de 2010

A LOLI.

Loli te alterna el compás

de un pincel sobre una tela

con una pluma y su estela

por el envés y detrás

del papel blanco que anhela

contar una historia más.

Hace libros para niños,

te los escribe y dibuja

historias de hadas o brujas

o de príncipes lampiños.

Loli te enciende la luz

con un trazo de pintura,

y te pinta la ternura

como quien la lana pura

teje con punto de cruz.

Del tango de sol y sombra

al baile de los colores,

artista entre los pintores:

sevillana que me asombra.

A Loli.

A IRENE.

Sangre de la rima libre,

voz limpia, ritmo diverso,

compás de ideas en verso;

ingenio de gran calibre:

Irene con su Universo.

Valentía de contar

aventuras sin sonrojo.

Con amaneceres rojos

o noches de trasnochar

en busca de aquellos ojos

que ella se paró a mirar.

Plenitud agradecida,

ella nació porque quiso,

y se inventó el Paraíso

para dedicar su vida

al poema libre, conciso

o la prosa divertida.

La va a soñar quien la lea:

sentencia por los renglones,

cuenta, regala, propone…

tu mente se recompone

y te aclara las ideas.

A Irene.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Azotea de invierno

Tras el fuerte azote del viento
y la implacable lluvia del otoño,
en mi pequeño rincón de macetas
amarillean los jazmines y los ficus…
Pereció la rosa,
tirita desnuda la bignonia.
Muda de reuniones, a la luz de las velas
duerme mi azotea hasta la primavera.
La hamaca, recogida,
guarda confidencias
selladas bajo la "tramposa" luna de verano.
Temblorosas pero firmes,
mis plantas aromáticas
atesoran su fuerza vital en sus diminutas semillas
Igual que mi jardín,
mi corazón resiste a duras penas
los fríos preludios del invierno.
Pero aquí y ahora
he descubierto, con asombro,
mi flor de Navidad, de nuevo florecida.

domingo, 19 de diciembre de 2010

A PAQUITA.

Será el verla sonriente,

pero también escribir

lo que escribe: ese torrente

de versos, Guadalquivir

sobre temas referentes:

reír, llorar y vivir

con espíritu valiente.

Niña antes, mujer fuego

con las inciviles bombas,

que deshicieron el juego

y los saltos de la comba.

Lectora, madre, cantora,

abuela, siempre poetisa,

que no pide ni una misa,

pero reza a todas horas

con su mirada y su risa.

La firmeza de sus credos,

los enredos de sus cantes

modernos y los de antes,

de amores y otros enredos

en cuartetos elegantes.

Gracias, amiga querida

por tu voluntad de hacernos

poemas para leernos:

poemas llenos de vida.

A Paquita

A Inma.

Cantar para cien edades

si te pones a contar,

necesita habilidades

como hace Inma al mezclar

clásicos con novedades.

Aquellos niños en corro:

pantallas blancas de tela,

la bruja del abejorro

y el príncipe da socorro

a la princesita Adela:

Inma modela entonar

poemas en cantinela,

para que cante un juglar

y baile un polichinela.

Algún cuento con reptil,

que será después vencido

y en un gran saco metido,

porque el público infantil

ya lo tiene decidido

O fábulas navideñas,

de encuentros desafinados

de villancicos cantados

junto al fuego de la leña.

Y juntos, por descontado.

Como hace magia el brujo,

en verano o en invierno

Inma siembra con dibujos,

lo guarda en paraleernos,

y tú, tan sólo con vernos,

te encuentras con ese lujo.


A Inma.

CANTARTE LENTO.

De viva voz y el portento:

la oí cantar y me vine

como los niños del cuento

con música de violines.

Cantando a puro torrente,

o susurrando en sigilo,

igual, indistintamente

nos puso a sentir en vilo.

Los cantes dijo con seda

acariciando las notas:

ya sobrecogida queda

el alma y se te agarrota.

Cogió el aire y lo hizo brisa,

lo domó, o lo volvió viento,

cuando la boca de Isa

desbordó ese cante lento

y el tiempo perdió la prisa.


A Isa.

ANDAMIO DE VERSOS.

La suerte se desparrama

como quiere y cuando quiere.

Conmigo lleva esa dama

una temporada en llamas

por suerte o por lo que fuere

y lo hace en forma que digo:

de poeta y de arquitecto

y el nombre del interfecto

Lorenzo, mi buen amigo.

Hace poemas de creer

amores por las personas,

y hace de la pena broma

al hacerte recorrer

del alma hasta el cromosoma

si lo acabas de leer.

Su verso es demoledor

del esperpento ideario:

con un solo comentario

nos contagia el estupor

del don de vivir diario.

¿Qué te explique como sea

su construcción del mensaje?

que conoce el andamiaje

tan bien como las ideas.


A Lorenzo.

sábado, 18 de diciembre de 2010

FOTÓGRAFA INTRÉPIDA.


Atrapas un instante y le propones:

-¿Te vienes a mis ojos, me acompañas?

Y, volando en su nube de fotones,

acepta el trampolín de tus pestañas.

Convences a diafragmas y objetivos,

al zoom con rapidez y un punto fijo;

compones con la imagen acertijos

y pintas realidad de sueños vivos.

Echas la red a miles de Píxeles audaces,

que no huyen cuando ven que los retienes,

multiplican la magia que tú tienes

y componen las fotos que nos haces.

El resto, compartirlo, es el detalle

de generosidad y fiesta celebrada,

cuando quedan para leernos registradas

vivencias de parajes y de calles

y ganas de vivir fotografiadas.


A Beli.

EL DESAMOR

Cuando por ti pregunté
me dijeron que no estabas:
te habías marchado muy lejos
sin decir si regresabas.
Me quedé sin reaccionar
ante tamaña traición;
jurabas que me querías
y me has roto el corazón.
Espero que el desengaño
y la pena que ahora siento
la supere y poco a poco
la vaya curando el tiempo.
No te deseo nada malo,
pero es muy largo el camino
no sabemos las sorpresas
que nos reserva el destino.
Y puede ser que algún día
pases el mismo tormento
al sentirte abandonado
por la que tu estés queriendo.

Florilegio


"Florilegio": Bienvenida a las flores de invierno
Un ramito de poemas para el último domingo de otoño,
acompañados por la voz de Isabel Mª Riquelme

Domingo 19 de diciembre a las 17.30
Floristería Los Ángeles, Salteras (Sevilla)

Organizan: "Enredando" (Editorial Los libros de Umsaloua),
Floristería Los Ángeles y Lorenzo Ortega
Colabora: Ayuntamiento de Salteras

Cuando muera, amor mío,
no cantes triste por mí;
no plantes rosas en torno mío,
ni cipreses cerca de mí:
sé la verde hierba que me cubra,
de lluvia y rocío mojada;
y si me quieres recordar, recuerda,
y si no, que sea olvidada.

(Christina Rossetti)

domingo, 12 de diciembre de 2010

MOËBIUS CARTER.

Ningún aprendiz de Sherlock Holmes había podido atrapar al astuto asesino en serie Moëbius Carter, nacido en Minnesota, que llegó a estar harto de su impunidad. Trabajaba como juez y se encargaba de eliminar o modificar las pruebas halladas en las escenas de sus propios crímenes. Pero hacía tiempo que no sentía la emoción ni el vértigo de pensar que lo cogerían alguna vez, de modo que decidió añadir misterio y variantes a los crímenes que iba a cometer. Para ello viajó a Extremadura, en España.

Hábil en el manejo de la informática de alto nivel, Carter consiguió cambiar los textos escritos en los paquetes de una gran distribuidora de productos congelados: junto a las instrucciones de conservación y preparación de la comida, introdujo mensajes en varios paquetes dirigidos a quien buscara pistas. Después localizó el camión que pasaría más cerca en el reparto. El camión que llevaría esos paquetes especiales.

Se sintió orgulloso y pensó en su desconocida víctima. En la curva más oscura de la carretera comarcal entre La Puebla del Maestre y Monesterio, se detuvo y apagó las luces de su vehículo. Después, arrastró el tronco de un árbol y lo atravesó sobre el asfalto. Se secó el sudor y se sentó a esperar en la oscuridad de la noche.

El conductor Tomás Fuentegrana cerró las puertas de su camión frigorífico y arrancó al anochecer. Se sentía cansado y apretó el acelerador. Tenía que llegar a Monesterio antes del amanecer, con una carga perecedera que había sido envasada más tarde de lo habitual, por culpa de algún virus en los ordenadores o algo parecido.

Al llegar a la curva, los faros le avisaron de un peligro en la carretera, pero no tuvo tiempo de parar. Había acelerado demasiado en la recta anterior y pasó por encima del obstáculo con las ruedas delanteras, aunque no con las traseras, que chocaron ruidosamente contra el tronco con un impacto que abrió violentamente las puertas del camión. Como resultado, la carga completa voló como un sólido rígido y cayó sobre Moëbius, que no pudo apartarse a tiempo.

Al cabo de una hora llegó la policía y observó el cadáver, que gracias a las condiciones de conservación de los alimentos mantenía el mismo aspecto de rostro sorprendido desde que murió aplastado.

Uno de los agentes, que retiró la última bolsa de comida congelada, llamó la atención de su superior:

-Fíjese, jefe, este tipo debía ser un visionario o algo así. Escuche lo que está escrito en este paquete:

“Antes de la fecha de caducidad del contenido de esta bolsa, estaré muerto.”

-Es curioso, tiene fecha de hoy, -añadió el superior.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Vacaciones (poema infantil)

Caen copitos de nieve,
la Navidad se acerca,
empezarán unas vacaciones
cargaditas de fiestas.
Nos darán muchos regalos,
pondremos una gran mesa,
cantaremos villancicos
y leeremos las tarjetas
donde algunos felicitan,
¡Nunca entiendo yo la letra!
Pero lo mejor de todo
es cuando vienen mis primos
o los amigos con niños
para inventar juegos nuevos
con los que nos divertimos.
Cuando se hace muy, muy tarde,
todos juntos nos dormimos
con colchones por el suelo
y una manta de cariño.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA (XXVIII).

Batalla submarina: orgullo segoviano.

El almirantazgo de Segovia, harto de risotadas por parte de la Armada de Chistonia, que nos ganaban por quince a cero, se gastó treinta y dos mil pesetas de aquellos tiempos y contrató al buzo de primera clase Pedro Gadicto, para ponerlo al frente de los nuevos buques de piñonita y acero que se botarían en el lugar habitual de la batalla: el conjunto de los charcos de Hundet Tettushavá el primer lunes de agosto.

Acto seguido, y a gritos por las azoteas conforme al protocolo, se declaró la guerra a Chistonia.

Se quedó para por la tarde, después de decretar por la mañana que ese día no habría siesta. Ya en la presentación hubo errores de bulto, pues el locutor no se había leído antes la lista y al llegar “al siete de ellos” lo tradujo al público como Moñiduro, cuando su nombre de guerra era Minotauro, conocido así en los siete mares por ser un exquisito torpedero manual. Quien más y quien menos pensó que lo hizo con la idea de bajarle la moral al chaval.

Para variar, se tiró al aire un billete viejo de cinco euros, que bajó pronto al suelo por la pringue y las grapas de costura que llevaba encima. Salió más o menos cara y eligió el capitán chistonio, que dispuso salpicar primero a favor del viento.

Por la borda, y con guantes de goma, los chistonios golpearon con fuerza al mar, pero no con las palmas hacia abajo –que pica- sino como empujando hacia delante. Y vaya si resultó, porque no hubo un integrante de la marina segoviana que no saliera pipandito de agua salada, aunque la sal la tiraran en seis paquetes de medio kilo, arrebatando uno de ellos la gorra a uno de Villacastín.

Lo que no sabían estos chistonios tan creídos en su ventaja, era que Pedro, un pícaro de cuidado, andaba con un sacacorchos pinchando los bajos de los buques de la armada forastera, tan bien plantada ella allí, en frente del acueducto, con esa prepotencia mezcla de Julio Iglesias y el medalla de oro de halterofilia Zhang Xiangxiang.

Algunos marinos de la capital, hartos y heridos en su orgullo, cogieron al alimón unas tarrinas enormes de pólvora, las vaciaron, cambiaron su contenido por polvos picones y se las tiraron a los chistonios por dentro de los pantalones y los zapatos sin pedirles disculpas previas ni póstumas, haciéndoles bailar la conga hacia atrás, algo nunca visto en batalla anterior alguna. El ritmo venía a ser el mismo.

Cuando se puso la cosa de morros, ya se había colado el agua por la mitad de la flota de los chistonios, que no sabían qué fregonas usar para achicar.

Y eso sin contar con un factor inesperado: que con Pedro iba su cuñado Francisco Ignacio de Pons, un contador de chistes incomparable, que hizo que se atragantara en uno de los mejores, ese en que le dice una mujer al marido que la noche de bodas lo va a matar como a las chinches, a base de polvos. Se tuvieron que subir a respirar bien y dejaron la faena a la mitad, si no ese día los de Chistonia se vuelven andando.

La paz se firmó con tinta de calamar segoviano, una especie que deja un recuerdo imborrable aunque se pinte bajo el agua.

Desde ese día, no hay un submarino extranjero que se atreva a pasearse por debajo del acueducto de Segovia.

Espejismo

Ya no converso con seres de otro mundo,
ya no me llaman demonios en el jardín.
Ya no me arañan las uñas de poetas malditos,
ya no vienen a por mí.

Ya no entreabro las puertas del espanto
creyendo y temblando amores con Rimbaud.
Ya no hay liendres a mi espalda clamando de ira,
vendiendo las tumbas de mi habitación.

Ya vuelvo a mirar detrás de mi silla al sentir
que he cruzado otra vez
el umbral prohibido.