domingo, 12 de abril de 2009

REABRIR.

-No vas a llevarte a casa el Fuego Azul, ese diamante será la luz de mi tumba, -dijo Nayah mientras él mismo inyectaba la anestesia en el gotero de Nicklaus.

-No lo tengo, ni lo he llevado encima jamás, -respondió con dificultad Nicklaus sobre la mesa del quirófano-, me vas a rajar para nada.

La radiografía en tres dimensiones decía que algo redondo y duro, de unos tres centímetros de diámetro, se alojaba junto al riñón derecho del aventurero Nicklaus, el único capaz de intentar llevarse el diamante más grande del mundo en las narices del traficante Nayah.

-No hay nada; era un quiste y le has salvado la vida, -dijo el cirujano tirando el bisturí en la bandeja mientras hacía señas a la enfermera para que cosiera y limpiara la herida.

En el avión de regreso a Liverpool, la enfermera aseguraba a Nicklaus lo fácil que sería reabrir la herida, sacar el diamante que ella le guardó en el quirófano y suturar definitivamente. Además ya tenían comprador.