Muy buenas:
Antes de que
usted, lector, deje de serlo, le endoso un cuentecillo pleno de vigencia: el
del duende Alvar Páez Mendizorroza, natural del bosque Medejes, sito tras la
segunda señal de prohibido adelantar a los que van tras usted, lector, a la
salida de Cangas de Onís. Una historia
cierta hasta cierto punto, el primero y seguido. Después, trola mezclada, para
acabar en posibles chorraterías: justo lo que le pasó a don duende Alvar Páez.
Resulta que se
le acabó la magia un sábado por la noche, con todos los hongos cerrados. Sus
amigos, duendes también, invitados a una reunión/fiestecita, vieron la Realidad
de pronto por culpa de Alvar Páez, éste se autoinculpó, y su mujer se puso a flirtear
con dos duendes casi cien años más jóvenes: su vida se volvió un caos. Llamó a
Juan Tamarit, pero éste no pudo ponerse porque no le daba la gana (estaba en un
escenario, triunfando) y del caos pasa a las ganas de votar conservador.
Desesperados, sus amigos trataron de hartarlo de cachetadas. No lograron sino ponerlo
colorado y aumentarle la tensión hasta 14/9, algo alta para alguien tan bajo.
Y, en medio de
la Paralaflaxis Total, apareció Elvis Ramírez Andobajodelbadajo, para ofrecerle
una sonrisa y un depósito de magia talmente como lo haría nuestro proveedor de
cerveza (algunos dicen que hasta de agua, jia, jia) con un barril lleno de
prodigios para al menos diez personas. Justo el número de invitados. Justo
hasta que amaneció.
Alvar se salvó.
Pero por un pelo.
Si usted que me
lee es duende, no lo dude nunca más: tenga en casa siempre, pero no una vez,
sino siempre, un depósito lleno de los trucos más actualizados (incluye hasta
políticas sociales). Sus amigos le renovarán la confianza y dejarán de
pisotearle. Su mujer olvidará a los duendecillos y su vida mejorará, lejos de
la ansiedad de no ser capaz ni de sacar una paloma de entre los huevos. Más o
menos.
Depósitos
Magitruc. Posibilidad de descuentos en suscripciones. Visite nuestra página
varimax.com. Hágase socio, no lo dude. Repartimos, como ha podido comprobar, 24
horas. Adiós, chaval.
Nos vemos, digo
yo.