viernes, 22 de febrero de 2008

PETICIÓN

-Buenos días, Nube de Evolución Diurna.

-Hombre, tú por aquí, Ala de Sombrero de Ala Ancha. ¿Qué oscuras razones, qué motivos retorcidos hacen que te acerques por mi tienda india de souvenirs, nota que añado para no confundir con esa especie de prisma cónico de las legendarias Sioux.

-El motivo viene a ser el pedir la mano de tu hija: por supuesto una cualquiera.

-De una cualquiera de las dos manos de una de mis hijas, habrás querido decir.

-Sí, digo; y deshaces así el posible malentendido que llevara a pensar que quiero una mano de cada una de las tus tres, o similar posibilidad semántica.

-La verdad es que no sé qué responder. Yo, es que en las conversaciones con estúpidos me bloqueo mucho…

-“Sí” es  la mejor opción que veo como alternativa; y es sólo una sugerencia.

-Me refería a la elección entre vete con “Viento Fresco” o con “Pluma de Oro”, mis dos primeras hijas, las más casaderas según mi forma de ver la vida.

-Te equivocas en ambos supuestos, pues se trata de tu tercera, Natalia, la que pretendo.

-Con tu loca petición de requerimiento de amores has traído la tristeza a este establecimiento, tal y como hizo aquella vez un imprudente inspector de fechas de caducidad y exactitud de balanzas. Se llevó grabadas las flechas de caducidad.

-Pues no veo yo el motivo para ese estallido de, en cuatro palabras, asco por tu parte.

-Verás, no es momento de realzar ni tan solo el diez por ciento de tus defectos, ni siquiera los más utilizados para humillarte cuando terminamos de trabajar. Ni aún el rencor que anidaría en mi corazón hacia todo el que se pareciera algo a ti. Se trata, exclusivamente, de que ya está comprometida la niña con un conde ruso cuarentón.

-Veo venir, aparte de mi desgracia al galope, una propuesta de cruce de razas la mar de interesante, con un proyecto de intercambio cultural y sociológico de un nivel altísimo en cuanto al futuro mestizaje se refiere.

-Hiciste muy bien en terminar el número dos de la revista National Geographic que te regalé por tu cumpleaños, la cual recibí repetida por error y sin coste para mí.

-Mis buenos seis meses que me costó el primer capítulo; pero mereció la pena, como puedes ver.

-Dado el curso de esta conversación y su duración, puede darte la impresión de suponer para mí un agradable rato de esparcimiento, con un cierto grado de interés por lo que tú puedas decirme. Y, en aras de no alimentar futuras esperanzas de que te pueda hacer caso o tomarte en serio alguna vez, debo aclararte que no es así en absoluto.

-Tu sinceridad, de tanto como la valoro, me induce a probar contigo mi nuevo arco de bambú birmano, disparando flechas nada más que a los brazos y las piernas amarrados.

-Esta tarde te dedicaré un par de temblores para mostrarte mi pánico. En cuanto cierre.

-En fin, como también he leído acerca de la aristocracia rusa, te comunico que estaré a la espera como marido suplente de tu Natalia, dada la poca estabilidad emocional que acompaña a esa raza, cuyos escasos méritos giran alrededor de unas cuantas patatas tiernas trituradas junto a zanahorias, algo de atún, tal vez guisantes, quién sabe, y una  salsa espesa por lo alto. Todo lo más, alguna montaña con pendientes pronunciadas.

-Estoy presintiendo, casi lo juraría, que has estado hablando conmigo durante los últimos cinco o seis minutos.

-Lo dicho, no insisto. Aquí te dejo mi tarjeta, por si tu niña se harta de la estepa y se vuelve, o bien un tren cumple con su sagrado deber de pasar por encima del ruso. Hasta otro rato.

-Adiós muchacho, adiós. ¡Y muy previsor el detalle de la tarjeta incombustible!

Eros desolado

Rasgó Eros su carcaj
esparciendo sus flechas por el suelo
jugó el amor a ser mortal
huyendo de su olimpo tan perfecto.
Experimentó placeres prohibidos
traspasó el umbral de los deseos
pasiones para él nuevas lo arrastraron
bailó la sintonía de los besos.
Creyéndose inmortal fue vulnerable
abrió su corazón aún muy tierno
las llamas del amor lo sofocaron
prendiéndose ese fuego por el cuerpo.
Sus alas no supieron apagarlo
quiso huir y quedó quieto
se fundió como el oro en un crisol
sellando para siempre su secreto.
Buscando Eros emoción
bebió el veneno de los celos,
jugó el amor a ser mortal
y la vida…
se le fue entre los dedos.
Temió que un día lo olvidaran
olvidando que el amor es algo eterno.